Capítulo 38

Si hubiera estado esa noche en su casa, habría podido salvar a su padre de aquel infarto, lo habría llevado a tiempo a la clínica.

Si hubiera cumplido al menos su palabra y hubiera llegado temprano a casa, tal vez pudo haber llegado a tiempo. Pero no, llegó al día siguiente, para encontrar a su padre desmayado, sentado en el sillón: se quedó esperándolo.

—¿Papá? —preguntó, acercándose.

Pero el anciano no respondió a su llamado. Nunca lo hizo.

Todos esos recuerdos…

Los que una vez fueron felices, se sumaban a los tristes, a los que no quería seguir recordando.

—¿Sabes cocinar? —preguntó algo sorprendido.

—Sí, soy buena cocinando —respondió ella—. ¿Qué tienes en la nevera?

—No tengo nada, te dije que no paso mucho tiempo aquí. Pero, si quieres, puedo comprar.

—Sí, ¿qué quieres comer? —aceptó Emely emocionada.

Ian sonrió ampliamente. Se encontraban en la cocina, él recostó su cuerpo a la pared blanca y se cruzó de brazos.

—Pollo guisado, ¿sabes prepararlo? —soltó él sonriente.

Emely de
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