Juro solemnemente que mis intenciones no son buenas... digo son buenas.
— Mé-Mérida — la llamo, trago grueso — Ven, acá está tú pijama.
— Por el amor a Zeus... digo la Diosa Luna — susurro con los ojos cómo platos — Estás un poco tomada, debes dormir.
Cómo puedo tener buenas intenciones sí Mérida, mí Luna, está frente a mí sólo con su blusa tapando tapando su parte superior, bajo la mirada a sus torneadas piernas — Ni siquiera me dí cuenta cuándo sé quito su pantalón — pienso, siento mi boca seca al verla con sus bragas negras tapando su intimidad — Mérida, tu-tu pijama — mascullo ofreciéndole la prenda.
— Lobito, lobito — apreto la pijama con mis dedos tratando qué no pasen a garras por llegar a mís fosas nasales el olor de excitación de Mérida, siento como mi temperatura corporal comienza a elevarse en respuesta a ése exquisitos aroma — Debes