La conmoción fue tan grande que me arrojé a los brazos de Will sin importarme cualquier otra cosa. Mi corazón latía frenéticamente atrapado entre mis costillas, la sangre en mis venas corría a una velocidad maratónica y las lágrimas de felicidad amenazaban con escaparse de mis ojos.
¿De verdad no era una alucinación o algo parecido? Es que parecía tan irreal…
—¡Te amo! —me gritó Will mientras me daba vueltas en el aire.
—¡Vas a dejarme sordo, idiota! —le grité en respuesta.
—¡Igual, te amo!
—¡Y yo a ti!
Ambos estallamos en sonoras carcajadas que debieron haberse escuchado hasta el gimnasio. Yo aún no lo podía creer. Llegué a pensar incluso que era uno de esos momentos en los que te quedas dormido y sueñas con utópicas maravillas.
Ese no era, sin