—¿Ethan?
Nada. Los golpes en la puerta no cesaban.
—Eth, sé que estás ahí, abre la puerta.
Ya casi no podía respirar. Estaba sentado abrazando mis rodillas y con la espalda apoyada en un costado de mi cama.
—¡Ethan, abre! —más golpes—. ¿Qué fue lo que pasó? Acabo de ver a tu padre irse en su auto…
Más silencio. Y dolor consumiendo cada centímetro de mí. ¿Acaso no había nada que pudiera pararlo? Sí, sí lo había… y estaba a unos metros de mí, golpeando la puerta.
Antes que Will hubiera podido decir otra cosa, corrí a la puerta, la abrí lo más rápido que pude, y una vez frente a él lo abracé con todas mis fuerzas.
—¿Pero qué pasó, Eth? —preguntó en voz muy baja rodeándome con s