Cassy, que había estado escuchando esta conversación, sonrió a medias al escuchar el comentario de su padre. Era obvio que, a pesar de las circunstancias difíciles de su pasado, había una relación sólida y cariñosa entre padre e hija. Cuando la madre de Cassy murió, ella tenía siete años, en la actualidad ella tenía catorce, y la recordaba vívidamente. Zacary, quien había estado tocando su cuello liberado y observando el trabajo que Eloy realizaba en el collar de Lyra, se acercó a Cassy con una expresión contemplativa.

—Entonces somos casi iguales —comentó—. Ambos somos lobos nacidos de Druidas, ambos hemos tenido que adaptarnos a circunstancias que no elegimos… —dijo, mirándola con una minina sonrisa.

Cassy lo observo con una expresión que mezclaba sorpresa y algo que podría haber sido el comienzo de un reconocimiento mutuo.

—Supongo que sí —admitió mientras se rascaba un brazo de forma tímida—. Aunque yo nunca tuve que vivir en un hoyo subterráneo durante años —dijo ella mirándolo co