CAPÍTULO 54: PRISIONERA EN SUNWOOD
Gaia
Una fuerte sacudida me despierta de mi letargo. Abro los ojos con lentitud y observo todo a mi alrededor con una mezcla de miedo y confusión. Poco a poco los recuerdos llegan a mi mente y un fuerte nudo en mi garganta amenaza con hacerme llorar. Intento incorporarme y solo en ese momento me doy cuenta de que sigo en mi forma lobuna.
El viento mece mi pelaje con suavidad y un frío eriza mi piel por debajo. Comienzo a tomar conciencia del mundo a mi alrededor, estoy en un lugar lleno de nieve blanca, como la de mis sueños con Tala.
Enseguida escucho la voz gutural de los lobos que me habían capturado, y entonces recuerdo que Karine venía conmigo. Me levanto con dificultad, las patas me duelen como si me las hubieran roto, ella sigue a mi lado, inconsciente, pero, por algún milagro, todavía respira.
—¡Quieta ahí, loba! —advierte uno de ellos, me empuja contra los barrotes de la jaula haciéndome caer.
No puedo evitar aullar de dolor, la sensación