―¿Elizabeth? ―Enola retrocedió.
―¿Elizabeth? ―La mujer se burló. ―Eso fue un auch, ¿Cómo es posible que no reconozcas a tu propia hermana? ―Enola dejó de respirar al ver sus ojos dorados brillar.
―Amaterasu.
―La misma que viste y calza. ―Sonrió. ―Ahora entiendo cuál es tu fascinación por este mun