—¿Quieres que te libere? —repitió con burla—. No, Aisling. Ahora entiendes lo que provocas. —Se inclinó aún más, sus labios rozando su oído mientras hablaba—. Me vuelves loco, y no voy a dejarte escapar tan fácilmente.
Su aliento cálido en la piel de su cuello la hizo estremecer. Aisling sentía su