Mía
Hoy por fin salgo del maldito hospital. Ya quería salir de aquí, aunque lo que en realidad quería era estar muerta. Paolo se ha quedado estos dos días a mi lado y es un maldito martirio porque odio su presencia, pero lo que más odio es que me pida perdón, porque sé que nunca le perdonaré todo lo que me ha hecho.
-Vamos, preciosa - tomo mi bolso y salgo con Paolo de la habitación.
-Te tengo una sorpresa, te encantará -no respondo, solo me dedico a ver el paisaje hasta que llegamos a casa. Antes de cruzar esa puerta, me detengo en la entrada con mucho terror de lo que pueda pasar apenas entre.
-No puedo - hablo en un susurro y él se acerca a mí.
-Cariño, todo estará bien, lo prometo -Paolo me habla con tanta dulzura que creo que es mentira todo.
-Vamos, entra. Tienes que darte un baño y alimentarte - él me entra a la casa, pero cada paso que doy es como si estuviera caminando directo al infierno. Entro a la habitación y me siento en la cama mientras Paolo acomoda todo.
-Ve, da