—Buenos días, ¿quién es la madre?
—Buenos días, soy yo.
—Llena este formulario primero.
—Por supuesto.
La señora Clarisa toma a Mía en sus brazos para facilitarme la tarea del formulario. Comienzo a llenar todos los datos que me piden, excepto uno. Al terminar, le regreso el formulario junto con los documentos que pedían para el registro.
Estaba empezando a sentirme nerviosa por el hecho de que habíamos falsificado la fecha de nacimiento de Mía. Podríamos ir presas si se enteraban de que era falso y luego me arrebatarían a Mía.
El hombre gordo y barbudo, me mira extraño y vuelve a dirigir su mirada a los documentos que tenía en sus manos.
Podía sentir mi corazón latir con fuerza y el cómo mis manos sudaban por lo nerviosa que me encontraba.
Al ver la mirada de aquel hombre, hacía que me pusiera más nerviosa antes de que él volviera a hablar.
—No escribiste el nombre del padre.
—Yo... Mi hija no tendrá el apellido de su padre, él no quiere saber nada de ella. Nos ha abandonado, señor.