—Lo siento, no sé bailar —rechazó Lucía cortésmente.
El joven se alejó decepcionado. Cuando pensaba que eso sería todo, después de que se fue uno, apareció otro. Después de rechazar a cinco chicos seguidos, Lucía rápidamente arrastró a Talia a un rincón apartado para sentarse.
El rincón era discreto y con la tenue iluminación era difícil que llamaran la atención. Lucía suspiró aliviada, por fin algo de paz.
—Lucía, eres demasiado popular. Hasta yo quiero invitarte a bailar, jeje.
—Eso sí podría considerarlo —Lucía sonrió también.
Talia alzó la barbilla y sacó pecho: —¡Esos chicos se morirían de envidia!
—¿No sería genial?
—¡Sería fantástico!
Al final, ambas estallaron en risas.
—¡Voy por algo de comer! —dijo Talia.
—Vale.
Lucía abrió una botella de agua mineral de la mesa y bebió un poco. Sin ganas de socializar y sin interés por los dulces y bebidas, sacó su tablet y empezó a leer un artículo académico.
Cuando Talia regresó con un montón de comida, se quedó atónita al verla. Se sentía