Sergio parecía el menos exitoso; a pesar de graduarse de una universidad prestigiosa, terminó siendo profesor. Un título respetable, ¡pero que no daba dinero! La anciana había murmurado más de una vez que no todos los hijos de Fabiola nacieron con estrella. Pero ahora... ¿¡Sergio también había prosperado!? Esta Fabiola sí que tenía suerte... Mientras más lo pensaba la tía abuela, más amargura sentía, y solo se dedicaba a animar a su nieto a comer más. Ya que estaban ahí, ¡había que aprovechar!
Además de la familia de ocho personas de la tía abuela, también había venido otra familia completa encabezada por quien Sergio debía llamar "tía política". Al entrar, ella actuó igual que la tía abuela, mirando todo y exclamando: —¡Sergio, vaya que has prosperado! ¿Ahora se gana tanto siendo profesor? —bajó la voz con aire conspiratorio—. ¿No habrá algún... ingreso extra por ahí?
Sergio negaba con la cabeza y las manos: —¡Por supuesto que no! Trabajo en una escuela pública, con sueldo fijo mensua