— Bien — asintió Lucía — Les envío la dirección al grupo. Yo iré primero a comprar los ingredientes y ustedes vienen cuando terminen.
— ¡Vale!
Roberto preguntó: — ¿Deberíamos avisar a Daniel?
— Avísale tú — respondió Jenny.
— De acuerdo — Roberto sacó su teléfono — Le preguntaré si ya terminó sus clases...
A las dos de la tarde, Lucía apagó su computadora, ordenó su mesa de laboratorio y salió discretamente.
Apenas salió, se encontró con Daniel.
— ¿Vas a comprar ingredientes? — preguntó él.
Lucía se sorprendió: — ¿Ya te enteraste?
— Sí, Roberto me avisó. Vamos.
Daniel añadió: — ¿No ibas al supermercado? Te llevo en coche.
— ¿No estás ocupado hoy?
— No demasiado.
Podía estar ocupado o no, dependía de quién preguntara.
— Bien, gracias entonces.
Ella estaba pensando en tomar un taxi, pero Daniel apareció como caído del cielo, ahorrándole dinero. Y como se demostró, Lucía no solo ahorró dinero, sino también esfuerzo. Daniel cargó con todas las bolsas, grandes y pequeñas, durante todo el tr