**KLAUS**
Siempre supe que algún día estaría aquí. En estos salones alfombrados, bajo techos altos que murmuran poder, entre copas de cristal y relojes suizos que marcan un tiempo distinto al del resto del mundo.
Lo que no imaginé es que sería el apellido de otro el que me abriría las puertas. Meyer.
El nombre que mi suegro trató de negarme, hoy me precede como una sombra brillante. No tuve que usarlo. No tuve que reclamarlo. Simplemente, lo escucharon unido a lo de ella. “Klaus, el esposo de Úrsula Meyer”.
Y bastó. El club era un templo del poder silencioso. Mármol, caoba, arte moderno que parecía estar ahí solo para quien supiera reconocerlo. Un lugar donde los acuerdos no se escriben, se entiende. Donde una mirada vale más que un contrato.
Entré vestido con la calma de quien no necesita demostrar nada. Mi traje impecable, mi gesto contenido. Saludé con la misma cortesía con la que uno se sienta en la mesa de juego, sabiendo que las cartas están marcadas… pero por mi mano.
—Klaus We