Capítulo 30. La reunión
Rápidamente, intenté taparme apresuradamente con las dos manos. ¡Qué vergüenza!
—Te dejo una botella de agua, perdona por entrar así de repente —seguía mirándome de arriba a bajo—. Que sepas que todavía se te ve medio pezón.
—Imbécil —me giré para coger un cojín y se lo lancé a la cara.
—Ahora te he visto el culo —se echó a reír.
Me estaba poniendo de los nervios, bajé los brazos, caminé hacía él desnuda con la barbilla levantada y lo empujé fuera de la habitación.
—Si piensas que voy a caer rendido al verte desnuda estás muy equivocada.
—Me da absolutamente igual, en cambio Erik puede que sí caiga rendido a mis pies.
Vi cómo apretó su mandíbula y cerró los dos puños con fuerza. Ese comentario le había sentado mal, pero se lo había ganado. Sin decir una palabra más, se dio la vuelta y se marchó, dejándome sola en la habitación. Me dejé caer en la cama, abatida.
Al día siguiente, después del pequeño incendio, me levanté muy temprano mientras Cristian aún dormía. Salí de su casa