La larga ausencia de Brady solo había aumentado la distancia entre ellos. La confianza no era algo fácil de recuperar.
Aun así, Blake necesitaba su poder. Por ahora, no le quedaba más remedio que aceptarlo.
Los guardaespaldas empezaron a empujar su silla de ruedas hacia la sala de espera.
Pero tras solo unos pasos, Blake se detuvo.
A unos metros frente a él, vio a alguien que reconoció al instante.
Era Reese.
—Deténganse —les dijo a los guardaespaldas. Ellos se detuvieron justo frente a ella.
Llevaba una gabardina negra y un sombrero de ala ancha. Su rostro estaba casi cubierto por unas gafas de sol grandes, pero Blake la reconoció de inmediato.
—¿Qué haces aquí? —preguntó.
Detrás de las gafas, sus labios temblaron un poco. Su voz era baja y áspera.
—Bianca me dijo que te ibas al extranjero. Vine a despedirme.
—Gracias —murmuró Blake con educación.
Reese miró a los dos hombres vestidos de negro que estaban detrás de él. Frunció el ceño.
—¿Y ellos quiénes son?
Blake giró levemente la c