Los ojos fríos de Michael se clavaron en los de ella antes de que, de pronto, le mordiera el labio. Con una mano le sujetó las muñecas por encima de la cabeza y con la otra empezó a desgarrar su ropa.
—¡Ay! —gritó Sophia, luchando por apartarlo, pero él no se detenía.
Las lágrimas le resbalaron por el rostro mientras miraba al hombre que alguna vez amó. En ese instante, algo dentro de ella se rompió.
Mientras tanto, Bianca y Diana seguían a una asistente hacia el spa para mujeres. El ambiente lujoso era apenas una muestra de la grandeza del club.
—Es la primera vez que vengo a un lugar así. Es… impresionante —dijo Diana al entrar—. Comparadas con los invitados ricos de aquí, parecemos tan normales.
Bianca caminaba detrás de ella, en silencio, sumida en sus pensamientos.
Diana la miró de reojo y susurró:
—¿Bianc?
Bianca no respondió. Mantenía la cabeza agachada, completamente ausente.
—¡Bianc! —repitió Diana, esta vez con más fuerza.
—¿Qué? —Bianca parpadeó, volviendo en sí. Miró