Al ver el enrojecimiento en sus ojos, Sophia sonrió.
—Michael, aunque hables en serio… ¿alguna vez me preguntaste si yo quiero casarme contigo?
Michael se quedó helado al oírla.
Siempre había creído tener el control cuando se trataba del amor, tomando decisiones sin considerar la opinión de nadie.
Al notar su desconcierto, Sophia soltó una risa amarga.
—Está claro que jamás pensaste en cómo me siento. Esperas que simplemente acepte todo lo que decides. Para ti, no soy diferente a una empleada, alguien a quien puedes ordenar. Siempre tan arrogante, actuando como si mis deseos no importaran, ¿cierto?
—Yo… yo… —Michael tartamudeó. No era que no le importara… simplemente nunca lo había pensado.
—No es así, Sophia —intentó explicarse, torpemente—. Nunca te vi como una empleada. Siempre has sido importante para mí. Lo siento por no considerar tus sentimientos. Así que ahora te lo pregunto de verdad: ¿quieres casarte conmigo?
Mientras más hablaba con esa naturalidad, más le dolía a Sophia