Después de almorzar, nos quedamos un rato más recordando nuestros momentos vividos en la infancia. Las risas y las emociones reinaban entre nosotros, sus miradas eran tan dulces y sus palabras siempre lograban encajar a la perfección con la llama que se encendía en mi corazón.
—¿Sabes? —dijo de pronto, seguido de un suspiro y levanté una ceja con mucha curiosidad por lo que iba a decirme—. Tuve algunas novias y…
—No me extraña, eres muy guapo, romántico y dulce —interrumpí con una sonrisa.
—¿Ah sí? ¿Te parezco guapo? —cuestionó divertido.
Asentí y solté una risita nerviosa. Me sonrojé porque sus ojos se posaron en mis labios y mordió los suyos como si intentara controlarse.
—Bueno, déjame decirte que ninguna de mis relaciones funcionó —prosiguió