Él dudó, pero obedeció. "Eso es pedir mucho, cariño. Eres una tentación terrible".
"Ya lo conseguiremos", prometió ella. Con dedos torpes, desabrochó los botones de su camisa. Nunca había visto una obra de arte que rivalizara con el pecho ancho y firme de Javier. Músculos firmes se ondulaban bajo una piel dorada. Una flecha de cabello castaño oscuro le atravesaba las costillas camino de la hebilla del cinturón. Cuando tuvo la osadía de probar un pezón cobrizo, él maldijo.
Sus manos se cerraron en puños en su cabello, atrayendo su rostro hacia el suyo para besarlo. "Dios, me haces arder".
No sonó del todo a cumplido.
Le devoró la boca, dejando mordiscos en su garganta. Ella lo deseaba tan desnudo como estaba, pero apenas tuvo tiempo de recuperar el aliento, y mucho menos de exigirle. Cuando intentó abrirle la bragueta de los vaqueros, él le esposó las muñecas con una mano enorme y las sujetó tras su espalda. El dominio manifiesto de la acción la arrastró aún más profundamente al hechiz