CAPÍTULO 6.

CAPÍTULO 6.

Maximiliano se levantó del sillón y salió de su despacho, dirigiéndose escaleras arriba. Al entrar a su recámara, siendo ésta la más grande de la casa, caminó directo hacia su celular.

Marcó el número de su abogado, quien le contestó en menos de tres repiques.

—Bastidas llamándome temprano, esto es raro —bromeó el abogado—. ¿Qué pasó ahora?

—Fred Davison ha muerto —informó Max.

Casi pudo oír el engranaje de su defensor legal activarse.

—¿Cuándo pasó?

—Lenis me acaba de llamar y me lo confirmó.

—Mmm… —Se hizo el silencio entre las líneas—. Me pondré al corriente con la situación de su empresa ahora mismo.

Max quiso decirle: “Sí, por favor” o “perfecto”, pero prefirió quedarse callado.

Quien falleció no era de su agrado, pero se trataba de un ser humano, al fin y al cabo, y le pareció cruel e irrespetuoso confirmarle a su abogado que el interés por llamarle únicamente se trataba de investigar cuál era el estatus de las acciones y bienes del difunto. En otras circunstancias,
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