La oficinas de Davison & Asociados ya no eran las iguales. Maximiliano, conocedor de primera mano de la magnitud y opulencia de las mismas, se sorprendió bastante cuando el chofer se estacionó en una zona céntrica, pero frente a un edificio residencial.
Se bajó del vehículo, ayudó a Carla a lo mismo y ambos caminaron hacia un pasillo ancho, construido con grandes ladrillos que a esa hora de la mañana, más el frío, se veían húmedos. Arco y entrada de un pequeño espacio abierto, precioso jardín con arbustos bien cortados y flores por doquier, donde la nieve aún podía verse sobre cada rincón, batallando con apagar o fortalecer la belleza de la naturaleza.
—¿Éstas son las oficinas de mi padre?
Maximiliano miró hacia un lado y otro, buscando el punto exacto a dónde dirigirse. Solo veía paredes y puertas de madera en el piso de abajo y muchas ventanas en ese piso superior. Detallaría todo mejor, pero el frío no le dejaba.
—Ciertamente, no estoy claro qué hacemos acá —dijo él. Sacó su móvil