98. DEL LADO DE LA LÓGICA Y LA JUSTICIA
—Ha sido un día agradable —le cuento a mamá mientras cenamos—. Después de misa, pasamos la tarde con mi suegra y nos encontramos con Juan Pablo y Rebeca, que acaban de regresar de su luna de miel. Es una lástima que no pudieras venir con nosotros.
Miró de reojo a mi esposa. Desde que llegamos, una sonrisa sutil baila en sus labios. No lo dice en voz alta, pero en el fondo sé que le reconforta la aparente felicidad de su hermana.
—Me sentí indispuesta, así que fui a la misa de la tarde —responde mamá con su acostumbrado tono indiferente—. Pero me alegra que la hayan pasado bien.
—Así es. Incluso hemos hecho planes para estos días. Marta pasará unos días en la Hacienda Amanecer, aprovecharemos la hospitalidad que nos ofrece Pablo.
El tintineo de los cubiertos cesa de golpe. Mamá me mira con expresión expectante, como si aguardara a que rectificar mis palabras. Pero sostengo su mirada, dejando claro que ya no soy el niño al que puede doblar con un solo gesto.
— ¿Marta irá sola? —pregunt