Historia de época + hombres lobo, inspirada en la novela de tv CORAZÓN SALVAJE. Desde su infancia, Rebeca ha sabido que su destino estaba unido al de su primo Iván Felipe. Su compromiso era un acuerdo inquebrantable… hasta que el corazón de Iván Felipe eligió a otra. Marta, la hermana de Rebeca, se convirtió en su esposa, ocultando un pasado prohibido con otro hombre. Rebeca, leal y sacrificada, haría todo lo que estuviera en sus manos para que su primo nunca descubriera la verdad. Pero el regreso de Pablo, el hombre que alguna vez fue amante de Marta, amenaza con derrumbarlo todo. Sin embargo, Pablo ya no es el mismo de antes. Como alfa de su manada, su prioridad es comprender el mundo humano para garantizar la supervivencia de los suyos. Lo que no esperaba era encontrarse con Rebeca… ni que su alma rugiera al reconocerla como su compañera. Durante años, los licántropos creyeron que su Diosa los había condenado, negándoles el vínculo sagrado de los compañeros. Pero ahora algo ha cambiado. De repente, muchos de su especie están encontrando a su otra mitad entre los humanos. ¿Es este un nuevo amanecer para su raza o solo el preludio de un conflicto aún mayor? Mientras los cazadores acechan y el destino de ambas especies pende de un hilo, Rebeca deberá decidir entre su deber hacia su familia o el llamado irresistible de su corazón. ¿Podrá el amor entre una humana y un licántropo desafiar las barreras de sus mundos? ¿O será solo un imposible entre la luna y el destino?
Ler maisDesde que tengo memoria, me han dicho que estoy comprometida con Iván Felipe Ortega, mi primo. Siempre me he sentido una joven afortunada, pues no solo es un hombre de gran fortuna, sino también increíblemente apuesto, al menos a mis ojos.
Cada vez que me encuentro con mi madrina, su madre, me cuenta con una sonrisa que Iván me envía saludos especiales en cada carta que escribe desde Inglaterra. Mi corazón se llena de una calidez suave cada vez que escucho su nombre, como si estuviera cerca, aun estando a miles de kilómetros. Iván Felipe partió siendo apenas un niño, enviado a estudiar al extranjero, pero pronto volverá como todo un hombre. Tomará las riendas de los negocios familiares y, finalmente, estará listo para formar nuestro hogar. Nunca he mirado a otro hombre con interés. ¿Qué sentido tendría hacerlo, si mi destino ha estado atado a él desde siempre? Casi todas las noches abrazo el retrato que le pedí a mi madrina, el cual guardo como un tesoro. Sonrío al imaginar nuestro hermoso futuro juntos. Pronto seré María Rebeca de Ortega, y cada día me esfuerzo por ser digna del título, del apellido, y de él. Un suspiro se escapa de mi pecho, cargado de sueños y esperanza, mientras aprieto con más fuerza la imagen contra mí, sintiendo que así, de alguna manera, lo tengo más cerca. Aunque nunca he salido de este pequeño pueblo, mi madrina se ha asegurado de que reciba la mejor educación. Fui instruida por las religiosas del convento de San Patricio, y ahora, a mis casi dieciocho años, sé todo lo que una esposa moderna debe conocer. Estoy lista para ser la compañera que Iván Felipe merece. De pronto, unos suaves golpes en la puerta me sobresaltan. —Rebeca, hija —dice mi madre al otro lado—, ¿puedo pasar? Rápidamente escondo el retrato bajo la almohada y me acerco al tocador para cepillar mi cabello. —Adelante, mamá —digo mientras comienzo a deslizar el cepillo, contando suavemente cada pasada. —Veo que ya casi estás lista para dormir —comenta, sentándose al borde de la cama, observándome en silencio por un instante. —¿Qué sucede, mamá? ¿Por qué tan callada? —Es solo que me parece increíble cómo ha pasado el tiempo —responde, con una nota de melancolía en su voz—. Me alegra que Iván Felipe esté a punto de regresar, pero no puedo evitar sentir que estoy a punto de perder a mi hija y quedarme sola. Su tono me llena de ternura. Dejo el cepillo y me acerco a ella, sentándome a su lado. —No digas eso, mamá. No vas a perder una hija; vas a ganar un hijo —le aseguro, intentando infundirle calma—. Además, pronto volverá mi hermana también, y no estarás sola.Aunque trato de tranquilizarla, en el fondo entiendo su temor. Desde la muerte de papá, hemos estado las dos solas. Él falleció trágicamente en una caída de caballo, dejándonos sin fortuna y con el título de condesas como nuestro único legado, algo que heredarán mis hijos. Mamá, a pesar de todo, siempre quiso lo mejor para nosotras, por eso aceptó el generoso ofrecimiento de mi madrina para hacerse cargo de mi educación a cambio de mi compromiso con Iván Felipe. Según entiendo, a mi madrina no le importa nuestra falta de riqueza, pues ellos poseen suficiente. Lo que valoran es el linaje y el título que aportará nuestra familia al matrimonio, además de la posibilidad de que pueda darles hijos fuertes y sanos.
Con mi hermana Martha Isabel, las cosas han sido diferentes. Mamá tuvo que aceptar que la tía Ruth la llevara a la capital para educarla, y aunque la vemos en vacaciones, cada vez es más claro que el pueblo le resulta pequeño y monótono. Está acostumbrada al bullicio y al refinamiento de la vida social en la gran ciudad. Lamentablemente, aún no ha recibido propuestas de matrimonio, y sé que eso la amarga profundamente. Esa frustración la descargará con mamá, haciendole la vida más difícil, estoy segura.
—Ya lo sé, hija, pero sabes a lo que me refiero —dice mi madre, apretando suavemente mis manos y regalándome una sonrisa cálida—. Mi niña ha crecido, y ahora se va a casar. ¡Tenemos tantas cosas que organizar para la boda!
La boda. Cada mujer sueña con ese momento mágico: la iglesia decorada con delicadas cintas y flores blancas, el sonido suave de la música llenando el aire. Me imagino caminando hacia el altar, con un vestido blanco que fluye como un sueño a mi alrededor, un velo largo y majestuoso arrastrándose tras de mí, y en mis manos, un ramo de rosas blancas. Al final de ese pasillo, me espera Iván Felipe, con una sonrisa que ilumina su rostro, y su mano extendida hacia mí. Mi corazón late rápido solo de pensarlo.
Pero no quiero mostrar a mamá cuánto me emocionó la noticia que nos dio mi madrina esta tarde. Saber que Iván Felipe regresará al país este mes ha hecho que mi corazón se desborde de anticipación.
—Mamá, esperemos a que Iván Felipe regrese primero. No sabemos si quiera casarse de inmediato o si tendrá otros planes en mente —trato de calmar mis propias ansias con esas palabras, aunque la emoción me quema por dentro.
—Mi amor, estoy segura de que en cuanto te vea, querrá organizar la boda enseguida. ¡Eres tan bonita! —dice mi madre con ternura, dándome la bendición antes de salir de mi habitación.
Sin embargo, esas últimas palabras quedan resonando en mi mente. ¿Le pareceré bonita? Han pasado tantos años desde la última vez que nos vimos. Entonces, yo no era más que una niña delgada y revoltosa. ¿Qué tal si en su viaje ha conocido a mujeres más impresionantes? Mujeres elegantes, con familias poderosas e inalcanzables. ¿Y si regresa y no quiere casarse conmigo?
Sacudo esos pensamientos de mi cabeza, intentando alejar el miedo. Mi madrina siempre menciona que él me envía saludos especiales en sus cartas. Eso debe significar algo.
Me detengo frente al espejo y me observo con detenimiento. Sé que no soy la mujer más bella del mundo, pero tampoco me considero desagradable. Mi piel es clara y tersa, sin imperfecciones. Mis ojos, grandes y azules, siempre brillan con vida. Aunque mi cabello rizado es un reto constante, al final siempre logro dominarlo. Y, según mi madrina, lo más importante son mis caderas. Ella dice que, a pesar de ser delgada, tengo caderas anchas, y eso siempre ha sido un símbolo de fortaleza y feminidad.
Tomo aire, tratando de convencerme de que soy suficiente, de que Iván Felipe me verá con los mismos ojos con los que yo lo veo a él en mis sueños.
Aún me cuesta creer que hayas sido tan temeraria.Rebeca duerme a mi lado, y no puedo evitar sonreír como una idiota al pensar en todo lo que ha cambiado mi vida desde que la conocí. Han pasado casi tres meses desde que salí de la cárcel, y todavía me embriaga la misma sensación de plenitud que sentí el día que bajó aquellas escaleras para verme… aún cuando yo mismo le había prohibido que lo hiciera.Convenció a las monjas para que la dejaran infiltrarse entre ellas, y aunque no sea una loba, ese acto lo dice todo: el lazo que nos une es más fuerte que cualquier linaje. Al salir, no pensaba en otra cosa más que en correr a casa para verla. Y aunque el recibimiento en la manada fue cálido, con festejos que casi me impidieron avanzar, apenas tuve la oportunidad, me escabullí hasta ella.—No me vas a entrar oliendo así —fue lo primero que me dijo, apenas nos vimos.La miré, desconcertado, y ella dio un paso atrás, señalando mi camisa con un gesto firme pero divertido.Aquella mujer de man
Todos parecían satisfechos en la reunión. Rosalba se había esmerado tanto en el arreglo y la decoración del gran salón, que no pude evitar preguntarme si, en el fondo, ella también anhela algo así. No estoy seguro de poder adoptar por completa la religión que siguen los humanos, pero fingir… fingir para que el rito se lleve a cabo, eso sí lo haría sin dudar.Uno a uno, los invitados comenzaron a retirarse. Tras una última ronda por los límites del ahora llamado pueblo, regresó a la casa de la manada. Rosalba, rodeada de un grupo de muchachas, estaba ocupada devolviendo cada cosa a su lugar. Aunque algunas de las otras mujeres me miraron con extrañeza, no dudé en unirme a ellas para ayudar.En realidad, lo que deseaba era que todo terminara pronto, poder irnos y finalmente descansar.—Fue una linda velada —murmuro cuando regresamos a nuestra habitación.Deja el chal sobre la silla del tocador —obviamente debí adecuar la habitación para los dos— y suelta su cabello. No entiendo del todo
La boda fue rápida y sencilla. No necesitábamos más, pese a los insistentes esfuerzos de Luna Rebeca por adornarlo todo con detalles innecesarios. Lo único en lo que me dejé ayudar fue con el vestido de novia.Ver la expresión de Juan Benedicto iluminarse a medida que me acercaba me confirmaba que había sido la elección correcta. No me importaba la fiesta ni los regalos que, al parecer, son costumbre entre los recién casados. Lo único que realmente importaba era que, en cuanto ese anillo rodeara mi dedo, ese hombre también sería mío ante todos.—Esta noche no te escapas —susurré en su oído cuando mi Alfa me entregó a él.Su mirada me lanzó un reproche silencioso, pero sabía que estaba tan ansioso como yo. Fueron tiempos difíciles. Tenerlo tan cerca, tan disponible y, al mismo tiempo, tan lejos fue una tortura para ambos. Su cuerpo me lo gritó en más de una ocasión. La carga del liderazgo pesaba sobre sus hombros, y yo estaba más que dispuesta a aliviar su tensión, aunque fuera por un
El único motivo por el cual estoy en esta fiesta, es porque he sido obligado. Mi situación en la fuerza depende de lo progresistas que sean las mentes de mis superiores, así que no tengo muchas esperanzas de continuar en mi cargo y mucho menos de seguir creciendo laboralmente ahí. "Hasta que se tome una decisión deberás hacer solo trabajo administrativo", dijo mi mayor Duarte.Pocos compañeros conocen mis nuevas condiciones, así que la gran mayoría solo me mira con curiosidad y especulan a mi espalda el motivo por el cual he dejado el trabajo de campo, mientras que los otros solo guardan distancia. No me importa, solo espero con resignación mi destino, rogando a Dios que no me consideren una amenaza. Tengo fe en ello.Todo podría ir muy mal para mí, pero estoy decidido a limpiar mi conciencia y que mis actos vuelvan a ser tan transparentes como antes. No me agrada la idea de esconder quien soy a mis compañeros y jugar a cazar a quienes ahora entiendo que son personas con defectos y vi
—Estoy tan sorprendido como tú —dice don Noé mientras me pone al tanto de los últimos acontecimientos—. Siempre supe que, en el fondo, Iván Felipe era un buen hombre, pero jamás imaginé que pudiera hacer algo así.— ¿No será alguna especie de trampa? —pregunto con escepticismo.—No lo creo. Esta mañana me pidió que lo acompañara ante el juez Vinazco. Se disculpó por el comportamiento de su madre y firmó los documentos para retirar los cargos en tu contra.Pasa el brazo a través de la reja y apoya su mano en mi hombro antes de continuar:—Pronto estarás libre. Si hubiera querido, podría haber destruido esa carta, y solo Dios sabe cuánto tiempo habrías permanecido aquí.Las palabras resuenan en mi mente. Me cuesta creer lo que escucho. Después de cumplir con el supuesto trabajo con los reos, en unos días podrás salir de este lugar.—Me aguanto solo porque no quiero que esos hombres sigan libres, haciendo de las suyas con los míos. Pero aún no me convence del todo… Sigue interesado en mi
Sé que lo que acabo de pensar es una locura, pero la certeza es tan abrumadora que no puedo apartar la mirada de la muchacha. Algo en ella me llama, me ata, me atrapa en un hechizo del que no quiero —ni puedo— escapar.Entonces, su mirada me encuentra. Es solo un instante, pero es suficiente. Una emoción arrolladora me sacudió, una sensación que solo había experimentado una vez en mi vida… cuando conocí a Marta.—Hola, hijo. ¿Qué haces aquí?La voz de mi madre es apenas un murmullo lejano. Todo mi ser sigue anclado a la joven, quien, con delicadeza, me ofrece una leve reverencia antes de apartar la vista. Apenas tiene tiempo de hacerlo cuando un grupo de señoras la rodea con entusiasmo. Conversan animadamente, invitándola a sus casas con una hospitalidad demasiado evidente. Sé lo que traman. En esos hogares hay hombres solteros, y estas mujeres han olfateado una oportunidad.—¿Te ha llamado la atención la señorita María? —pregunta mi madre con una sonrisa velada—. Es una excelente opc
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