Hoy temprano lo oí hablando por teléfono con su madre, quejándose, una vez más, de otra noche terrible. Su cerebro está siempre a toda marcha, sin botón de apagado.
Me cae bien. No. Eso es quedarse corto; me cae muy bien, y me preocupa su bienestar. Necesita bajar el ritmo o se va a matar a trabajar.
La otra noche, mientras me duchaba, decidí ser valiente. No se trataba solo de ir al baile con él ni de admitir que, si intentaba algo con él, tendría que posponer mis planes; se trataba más bien de adentrarme en lo desconocido con alguien a quien apenas conozco, alguien de quien creía conocerlo a la perfección, pero de quien no sabía ni la mitad de su historia. Y sigo sin conocerla del todo.
Mi nueva misión es descubrir todo sobre él.
Debajo de los impecables trajes que viste como un exoesqueleto, se esconde el hombre que veo a diario con sus clientes, en reuniones y en los juzgados: amable pero fuerte, paciente pero implacable, y bondadoso. Lucha por corregir las injusticias.
Para conoc