—Dijiste que reservara cosas que te ayudaran a relajarte. Esta es una de ellas. Será divertido. —Se da una vuelta y se aleja con un paso ligero y alegre—. Nos vemos allí. Dos minutos. —Su voz rebosa alegría. Y desaparece.
¿Qué carajo está pasando ahora mismo?
—¡Oye, tío, la clase está a punto de empezar! —Un tipo corpulento con aspecto de hipster sale disparado del vestuario y desaparece por el pasillo en la misma dirección que Annerys.
«Maldito moño de hombre», murmuro, sopesando mis opciones. «Qué más da». Si el yoga me ayuda a dormir mejor, supongo que podría intentarlo.
En cuestión de minutos ya estaba cambiado y con mi ropa de gimnasio nueva, que, por desgracia, me quedaba bien. Sorprendentemente, los pantalones cortos son mucho más cómodos que los de tenis y me gustan bastante.
Entro en la habitación y me impactan tres cosas a la vez.
Gente. Muchísima gente.
Annerys. Que está buenísima con esos pantalones de yoga rosas.
Y cabras. Docenas de esos malditos peludos.
—Ya te registré