En Columbia

El Narrador:

Charlie esa noche, después de que todos se acostaron, saltó por el balcón de la habitación de Emma. De ahí, corrió hacia la casa de huéspedes de la mansión, en la cual se hospeda, asegurándose de no ser visto por alguien.

—¡Emma, tranquila mi amor! Nadie me vio —anunció él a Emma por celular.

—¡Me alegro! No quiero que tengas problemas por mi culpa —aclaró ella— ¡Te amo demasiado!

—¡Yo también te amo! —declaró Charlie, emocionado y con una sonrisa que evidenciaba, lo que su corazón sentía. Estaba feliz de lo que estaba viviendo con la única mujer que hasta ahora ha amado, la que le mueve el piso— ¡Que descanses!

—¡Igual para ti! Por favor mañana ven y desayuna conmigo, deseo verte cada día de mi existencia.

—¡¿Ya me extrañas?! —preguntó él sonriendo y admirado, sintiendo sonar campanas en su corazón.

—¡Tú, sabes que sí! Te has metido hasta en la sangre, en los huesos, te llevo totalmente dentro de mí —confesó ella, despidiéndose hasta el siguiente día.

(***)

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