Capítulo 16. Una recolectora más

Grecia no comprendió aquellas palabras pronunciadas por Diego hasta que fue enviada a un cuarto de servicio, sus maletas desaparecieron y todo lo que tenía para quitarse aquel vestido, eran prendas modestas, prendas que solo utilizaban los trabajadores. Luchó por contener las lágrimas de impotencia que pugnaban por abandonar sus ojos, quería maldecir a Diego, a su hermano y a todo el mundo por lo desdichada que era, pero no lo hizo.

En su lugar una determinante decisión se adueñó de su corazón y de todo su ser, esto podría no ser mejor del infierno que tenía en casa con su hermano, pero Diego no tenía nada con qué amenazarla y si ella manejaba muy bien sus cartas, quizás y solo quizás lograra que él mismo la echara de la finca. Sonrió mientras se dirigía al cuarto de baño, después de todo por hoy solo le quedaba dormir.

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