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Dos días después…
Era bueno regresar a casa, después de aquella mala experiencia. Aunque lo más extraño fue dormir en su propia cama, ya que la noche se le hizo larga, porque no pudo conciliar el sueño. Ese periodo de encierro, le había servido para meditar acerca de lo que era prioridad en su vida. Gracias a Dios teína otros negocios, en sociedad con Micah, eso lo había salvado de la banca rota.
Aunque su amigo le había asegurado, que los bienes adquiridos después de la revisión de procedencia de los mismos, le iba a ser entregado. A él solo le importaba una, la casa de su madre. Por los demás no sentía tanto apego, por esa razón decidió vender su ático. Mientras había salido a correr, no tenía idea de lo mucho que necesitaba hacerlo.
Le gustaba un montón, pero había sido un regalo de Jennifer. Su memoria fue bombardeada por recuerdos.
—¿Por qué estamos aquí, Jen? —preguntó Arthur confundido.
—Es tú cumpleaños número treinta y uno —besó sus labios—. Y solos los c