Capítulo 4. Tienes que aceptar tu responsabilidad.

Julián tenía la sensación de que eso era irreal, tragó para tratar de quitar ese nudo que le obstruía la garganta. 

—¿Cómo está ella? ¿Está bien? ¿Dónde fue? —Julián preguntó con voz temblorosa.

—Se produjo un accidente automovilístico en la carretera hacia la cordillera —. El oficial habló en tono frío, lo miraba con desprecio, pero Julián estaba tan sumido en su dolor que no se dio cuenta—. Su coche se fue por la montaña y explotó al llegar abajo. No hay rastros de la señora, lo más probable es que haya fallecido, aunque aún continúan las labores de búsqueda.

Un accidente. Julián se quedó anonadado, no podía entender qué había ocurrido. 

—¿Cómo es posible?

—Todo indica que perdió el control del volante, al parecer alguien cortó los frenos de su vehículo —dijo el hombre mirándolo fijamente de manera acusatoria.

—¡Eso no puede ser verdad! ¿Quién se atrevería a hacerle algo así? Erika no tenía enemigos.

—Pues al parecer los tenía… dígame ¿Dónde estaba usted anoche a la hora del accidente de su esposa? —preguntó el policía y el rostro de Julián palideció, martirizado por su conciencia, por un momento no pudo hablar.

—¿Acaso está tratando de insinuar algo? —inquirió con un tono de sorpresa en su voz.

—Por supuesto que no, es una sola pregunta, no es oficial, tampoco está obligado a contestarla. De todas maneras se está revisando a ver si se encuentran algunos indicios —el oficial le entregó una carpeta de documentos—. Aquí hay información sobre los detalles del accidente si quiere investigarlo más.

Julián no pudo contener el torrente de emociones. La tristeza, el dolor, la confusión… todo se mezclaba dentro de él. No podía ser, su amada esposa, la mujer que había amado casi desde que tenía uso de razón, no podía estar muerta. 

Imágenes de lo ocurrido en la mañana llegaron a su mente e incluso de la noche anterior, no pudo soportar la impresión, se levantó de la silla sintiendo que le faltaba el aire.

—Esto… esto no es posible.

—Siento lo que está viviendo con su esposa. Debo retirarme, quizás después venga a conversar con usted y a entregarle varias cosas pendientes —dijo el oficial caminando hacia la puerta.

Julián bajó la mirada. Le temblaban las manos, la carpeta le resultaba pesada.

—¡No se vaya! Entréguelas de una vez ¿Está seguro de que ese carro era el de mí… mi esposa?

—Sí, señor, encontramos en el sitio del suceso esta cadena ¿La reconoce?

Con las manos apenas sosteniéndola, tomó la cadena y la reconoció, era un corazón entrelazado con las iniciales de sus nombres.

Julián se tambaleó un poco, tratando de recuperar el equilibrio. Todo lo que había vivido hasta ese momento parecía haberse tornado de pronto una pesadilla.

—Hay algo más, antes de caer al vacío parece que un sobre, salió del auto.

El hombre le entregó el sobre, al abrirlo, había otro hecho a manos, y en su interior, un eco de un bebé y unas pruebas de embarazo. Al leerlo vio el nombre de su esposa.

Una oleada de profunda tristeza lo recorrió y todo su cuerpo comenzó a temblar.

—Sí, al parecer su esposa estaba embarazada.

Esa noticia hizo que Julián cayera al suelo, se sentía culpable, las lágrimas salieron como cascadas de sus ojos, tenía la impresión de que sus pulmones colapsarían en cualquier momento.

—Esto es una pesadilla ¿Cómo voy a hacer? Mi esposa, mi hijo… no pude haberlos perdido… la vida no puede ensañarse así en mi contra.

Golpeó el piso una y otra vez hasta que las manos se le llenaron de sangre.

—Señor, ahora mismo, lo mejor que puede hacer es tratar de mantener la calma. —el oficial le entregó una tarjeta—. Esta es la información de un abogado de accidentes de tráfico, si necesita ayuda para el trámite.

Julián tomó la tarjeta con sus manos temblorosas.

—¿Algo más?

—Una última cosa. —El oficial se acercó—. Debe presentarse en el comando policial, tiene una citación —le dijo el hombre entregando la boleta de comparecencia.

El hombre salió y Julián bajó la mirada hacia la tarjeta y la boleta. Estaba destrozado, la posible muerte de su esposa lo había golpeado como una piedra. Se sintió impotente y desamparado. Con furia tiró todo lo que tenía encima de su escritorio y se tumbó en el suelo, rodeado por carpetas y cuadernos; abrazando la cadena y llorando con todas sus fuerzas. Julián estaba devastado. 

La noticia sobre Erika lo sumió en una profunda tristeza. Recordó los momentos que ambos habían compartido; los viajes juntos, los días pasados riendo en el parque, los momentos de pasión. 

Se sintió culpable de haber traicionado a Erika con su propia hermana, aunque no lo recordaba, no tenía otra explicación al encontrarse desnudo en una habitación de hotel donde estaba saliendo su cuñada Elisa desnuda. Se sintió destruido, como si su vida se hubiera acabado en ese instante, y era así porque no creía que jamás sería el mismo.

A pesar de todo, de haberse acostado con Elisa amaba a Erika. A nadie amaría como la amaba a ella. De nuevo comenzó a llorar. Lloró por la pérdida de alguien que tanto amaba, por el cariño y la ternura que ella le había demostrado. Lloró por el vacío en su vida, por el amor que había dejado de existir, por el hijo que no nacería.

No podía dejar de pensar en los momentos que habían pasado juntos. Se veía a sí mismo recordando esas noches en las que Erika acariciaba su cabello, le decía palabras de cariño y lo abrazaba fuertemente. 

Se veía a sí mismo recordando esas mañanas en las que ella lo despertaba con un beso y una sonrisa, las cuales lo llenaban de alegría. Se acordaba de todo, desde los momentos de tristeza por no poder darle un hijo hasta los más felices.

Y entonces, se dio cuenta de que había algo dentro de él que se había perdido para siempre. Se sintió impotente. No había nada que pudiera hacer para volver a verla o abrazarla. No había nada que pudiera hacer para volver a sentir el amor que ambos compartían.

Se levantó y caminó hasta la ventana. Miró el cielo y vio cómo el sol brillaba. Recordó cómo él y Erika se habían sentado en el jardín de su casa, mirando el cielo, hablando de cosas sin importancia. Entonces Julián volvió a llorar con más fuerza.

Se sentó en una silla y sus lágrimas se deslizaron por su rostro. Se sintió solo y vacío, y todo lo que podía desear era la presencia de Erika junto a él. Él le había fallado a ella y se sentía culpable por su traición y jamás se iba a perdonar.

De pronto una idea surgió en su cabeza, “Y si alguien colocó alguna sustancia en mi bebida”, se preguntó “¿Será posible?”, decidido, salió corriendo de su despacho, necesitaba llegar a uno de los hospitales de la ciudad, debía conocer la verdad.

Tomó su auto y condujo con premura, llegó al hospital y habló con un doctor que conocía, este dio la orden para hacerle los exámenes toxicológicos, llegó al laboratorio, entregó la orden, después de unos minutos dio las muestras.

—¿Cuándo obtendré los resultados? —preguntó y la persona que lo atendió se quedó pensativa—, por favor es urgente.

—Deme unas horas.

Se fue a la sala de espera, caminaba de un lado a otro, llamó al abogado que le había dicho el oficial, pero no le atendía, quería unirse a la búsqueda de su esposa, pero necesitaba saber lo que había pasado.

Se sentó a esperar. El tiempo pasaba lentamente y él estaba cada vez más ansioso por conocer los resultados de los exámenes que había pedido. Finalmente, las horas pasaron, pero no fue necesario buscarlos, porque cuando caminaba hacia el laboratorio, el doctor salió con los resultados. 

—¿Ya los vio? —el doctor negó mientras rasgaba el sobre y leía los resultados.

—¿Qué pasó doctor? ¿Qué indican los análisis?

—Lo siento Julián, no hay ningún rastro de drogas, ni en tu sangre, ni en tu orina —pronunció el hombre.

Julián se dejó caer al suelo, profundamente atormentado, mientras se decía una y otra vez en su interior “Le fui infiel a Erika y no tengo ninguna justificación”, al mismo tiempo que las lágrimas rodaban descontroladamente por su rostro.

Dos meses después

Pasaron dos meses del accidente de Erika, su cuerpo aún no había aparecido. Su madre, quien siempre había creído que amaba a Erika, no mostraba ni un atisbo de tristeza por su evidente muerte. 

Elisa, su hermana, menos, no mostraba ningún indicio de remordimiento por lo que había ocurrido, todo lo contrario, se veían felices y cómplices, era como si ambas hubiesen estado no solo deseando, sino esperando ese resultado.

Mientras tanto, él se había encerrado en su mundo, entre el trabajo y su despacho en la casa. No dormía porque la culpa no le dejaba, parecía un muerto viviente. 

En ese momento estaba allí, sentado en el despacho, cuando de repente apareció Elisa con su madre. Sin ni siquiera saludarlo, Elisa se dirigió al él, yendo directamente al grano:

—Querido Julián, quizás la noticia que te traigo te levante el ánimo—dijo— ¡Estoy embarazada!

Julián la miró con indiferencia, como si para él no tuviera la menor importancia, volvió a sus documentos ignorándolas.

—¿Acaso no me escuchaste? —preguntó la joven molesta.

—Te escuché, pero eso no tiene nada que ver conmigo.

—¿Seguro? ¿Acaso no recuerdas el día que pasamos la noche en el hotel y tuvimos sex0? Bueno, de allí hubo un resultado y es este bebé que estoy esperando —dijo la mujer con firmeza.

Julián la miró horrorizado. Sintió que el corazón le latía con tanta fuerza que podía oírlo dentro de su pecho. Un torrente de sentimientos se desencadenó en su interior, culpa, tristeza, ira.

—Debes casarte con ella —exigió su madre mirándolo con los ojos fríos como el hielo.

—No, jamás voy a casarme con Elisa, mi esposa siempre será Erika, y lo mejor será que ese niño no nazca, porque con la única mujer que quería tener un hijo era con mi esposa… no contigo… por cómo te veo ahora, no me sorprendería que tu misma hayas planeado todo esto.

—Debes casarte conmigo —gritó la mujer—. Tienes que aceptar tu responsabilidad. Erika y ese hijo están muertos, nadie te los va a devolver, mi hijo y yo estamos vivos, ellos son tu pasado y nosotros tu presente. Y futuro

—Tienes que hacerte cargo —le dijo su madre de manera enfática.

—No puedo y no lo haré —expresó—. Prefiero morir antes de casarme con ella —expresó saliendo de allí y sintiéndose más miserable que nunca.

«Todo tiene que ver con el Karma. ¿Sabes lo que es el Karma? Si tomas una decisión equivocada, te pasan cosas malas. Pero si la decisión es buena, entonces cosas buenas te pasan». Serie de televisión Perdidos.

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