Elizabeth, revisando los datos en su laptop, intervino.—Es cierto. Según la información que obtuvimos, hay un nodo de respaldo en una base secundaria. Si consiguen reactivar ese nodo, podrían restablecer la comunicación en cuestión de horas. Necesitamos impedirlo.Nicholas dejó escapar un suspiro mientras miraba el mapa que había extendido sobre una roca cercana.—Entonces nuestra próxima misión está clara. Tenemos que llegar a esa base secundaria antes de que lo hagan ellos. Si destruimos el nodo de respaldo, dejaremos a Alfa completamente aislados. Eso les dará una desventaja significativa y nos permitirá planear el golpe final.Alice miró a Dalton, preocupada.—Pero ¿Qué pasa contigo? Apenas puedes moverte. No puedo arriesgarme a que te pase algo más.Dalton sonrió débilmente, tocando la mano de Alice con la suya.—No te preocupes por mí. Haré lo que pueda. Pero no puedo quedarme al margen mientras ustedes luchan. Esta es mi guerra también.Samuel se puso de pie, ajustando la corre
Alice ayudó a Dalton a entrar al túnel, mientras Elizabeth comenzaba a trabajar en el sistema de seguridad para desactivar cualquier alarma. A pesar de su estado, Dalton se mantenía firme, guiando al grupo con su conocimiento de las instalaciones. Mientras tanto, en el perímetro, Samuel, Daniel y Nicholas comenzaron a atraer la atención de las fuerzas de Alfa. Las explosiones y disparos resonaban en el aire, mientras los guardias intentaban responder al ataque.Dentro del túnel, Alice y Elizabeth trabajaban rápidamente para desactivar los sistemas, mientras Dalton les señalaba la ruta hacia el núcleo operativo. Los pasos resonaban en la distancia, pero el grupo seguía avanzando. Cuando finalmente llegaron al núcleo, se encontraron con una sala llena de servidores y equipos electrónicos. Elizabeth comenzó a trabajar de inmediato, mientras Alice y Dalton defendían la entrada.—Esto será difícil. —Dijo Elizabeth, mientras los datos comenzaban a desplegarse en las pantallas. —Necesitaré ti
238 Cuando llegaron a la cercanía de la base, Nicholas dio las últimas instrucciones. —Samuel, Daniel y yo avanzaremos primero. Cuando comencemos a atacar, ustedes deben infiltrarse en los laboratorios. No podemos perder tiempo. Alice asintió, ajustando el equipo explosivo que llevaba en su mochila. —Lo haremos. Solo mantengan su atención alejada de nosotros. Dalton, aunque seguía débil, tomó posición junto a Alice y Elizabeth, listo para moverse. —Esta será la última vez que tengamos que enfrentarlos. Hagámoslo bien. El equipo se separó. Nicholas, Samuel y Daniel comenzaron a avanzar hacia el perímetro de la base, atrayendo la atención de los guardias con una serie de ataques coordinados. Las explosiones y disparos llenaron el aire, creando una distracción perfecta. Alice, Dalton y Elizabeth aprovecharon el caos para infiltrarse en los laboratorios. Cada paso era cuidadoso, cada movimiento calculado. Cuando finalmente llegaron a los laboratorios, Elizabeth comenzó a co
El aire frío de la montaña comenzaba a disiparse cuando el sonido de vehículos acercándose rompió el silencio del refugio. Un convoy de autos negros, acompañado por dos helicópteros que sobrevolaban el área, llegó al lugar. Los miembros del equipo se miraron entre sí, alertas al principio, hasta que reconocieron el emblema del gobierno en las puertas de los autos. Nicholas se levantó de inmediato, y Samuel se posicionó cerca de una ventana para observar con cautela. —Es el vicepresidente. —Informó Elizabeth, alzando la vista de su laptop. —Parece que no perdieron el tiempo en venir. El primer auto se detuvo justo frente al refugio, y un hombre alto, de traje impecable, salió del vehículo. Era el vicepresidente, un político de presencia imponente pero cálida, alguien que había estado siguiendo de cerca la batalla contra Alfa. Su escolta estaba compuesta por agentes armados y coordinados, cada uno moviéndose con precisión en el perímetro. El vicepresidente avanzó hacia la entrada d
La sala de la mansión estaba llena de energía, con las conversaciones de la familia y amigos resonando cálidamente entre las paredes. Sin embargo, para Samuel, el mundo parecía haberse reducido a un solo punto: Gabriel, de pie a unos pasos de distancia, con los ojos aún llenos de lágrimas, observándolo con una mezcla de alivio y amor que Samuel no terminaba de comprender del todo. Gabriel había intentado mantenerse fuerte durante toda esta odisea, pero ahora que tenía a Samuel frente a él, la fortaleza que había construido comenzaba a desmoronarse. Había pasado meses creyendo que lo había perdido, y ahora que lo tenía de regreso, las emociones lo estaban desbordando. —Samuel... —Murmuró Gabriel, con su voz temblorosa mientras daba un paso hacia él. Sus ojos buscaban algo en los de Samuel, quizás una chispa, algún rastro de lo que habían compartido antes de que Alfa se interpusiera. Samuel lo miró, con expresión neutral, pero con un leve destello en sus ojos. Sentía algo, aunque el
En medio del cálido ambiente de la mansión, mientras los murmullos familiares se entrelazaban con las risas ocasionales de Dalia jugando cerca de sus padres, Dalton observaba a su hijo y a Gabriel. Desde su silla, Dalton vio cómo Samuel, normalmente reservado y frío, parecía empezar a abrirse de alguna manera con Gabriel. El gesto de Gabriel al inclinarse hacia él, la forma en que Samuel parecía permitir ese contacto sin retroceder, fue suficiente para que Dalton entendiera lo que estaba ocurriendo. Dalton esbozó una pequeña sonrisa, apenas visible, y miró hacia Alice, quien estaba conversando con Mia. Sin interrumpirlas, se levantó con algo de esfuerzo, aun recuperándose de todo lo que habían pasado, y caminó hacia donde estaban Samuel y Gabriel. Ambos estaban tan concentrados en su conversación silenciosa que no notaron la presencia de Dalton hasta que habló con su tono calmado, pero lleno de intención. —Samuel. Gabriel. No quiero interrumpir lo que sea que estén discutiendo, pero
Samuel y Gabriel pasaron toda la tarde a solas, la habitación estaba sumergida en una penumbra cálida y la luz tenue del atardecer se filtraba por las cortinas pintando las paredes de tonos dorados. El aire olía a madera y a algo íntimo, a piel y a recuerdos compartidos. Samuel seguía sentado al borde de la cama, con todos sus músculos tensos bajo la camiseta ajustada que delineaba cada curva de su torso. Sus manos, fuertes y marcadas, descansaban sobre sus muslos, con los dedos ligeramente flexionados, como si lucharan por aferrarse a algo que no podía sentir. Gabriel lo observaba desde el umbral de la puerta del baño, acababa de tomar una rápida ducha y únicamente llevaba puesta una toalla alrededor de sus caderas, su silueta alta y poderosa se recortaba contra la luz y las gotas de agua que aún corrían por su cuerpo destellaban como pequeños diamantes bajo la luz del sol. El pelinegro llevaba meses esperando este momento, meses imaginando cómo sería volver a tocar a Samuel, a pesar
Samuel se quedó mirando el mensaje en su dispositivo con una mezcla de confusión y temor. Si Alice sabía lo que estaba haciendo, eso significaba dos cosas: primero, que ya no estaba solo en su misión secreta, pero segundo, que ella estaba en peligro al involucrarse. Pero, también existía la posibilidad de que fuera una trampa, ¿Cómo Alice podría comunicarse con él en un dispositivo de la organización de Alfa?Tomó un momento para responder, asegurándose de codificar el mensaje para que no pudiera ser interceptado por Alfa en caso de que fuera real.Samuel: "Alice, agradezco que quieras ayudar, pero esto es más peligroso de lo que imaginas. No puedo permitir que te expongas de esta manera. Dime dónde estás y qué sabes exactamente."El silencio después de enviar el mensaje fue ensordecedor. Samuel sabía que cada segundo que Alice tardara en responder lo llenaría de más incertidumbre, pero debía mantener la calma. Su plan se volvía más complicado, pero a la vez más prometedor, con su mad