Samuel miraba al techo, sintiendo cómo sus pensamientos se entrelazaban en un torbellino de dudas y miedos. A pesar de estar físicamente libre, la sombra de su pasado lo perseguía como un espectro. La idea de su familia, especialmente de su padre, lo llenaba de inquietud. Sabía que su familia no era del tipo que se quedaba quieta ante una amenaza; eran cazadores, no presas.
—¿Qué pasa, cariño? ¿Te sientes mal? —Preguntó Gabriel, notando la expresión distante en el rostro del ojiverde.
—No puedo dejar de pensar en ellos... —Respondió Samuel, su voz apenas era un susurro. —Conoces a mi padre, sabes que él no se quedará tranquilo con mi muerte. Y si decide cobrarse venganza contra la Agencia... no sé qué podría pasar. Podría descubrir la verdad.
Lara, que estaba escuchando atentamente, se inclinó hacia él y posó una mano en su hombro en señal de apoyo.
—Entiendo tu preocupación, pero ahora estamos aquí, juntos. Podemos protegernos unos a otros. No estás solo en esto. La agencia es el lug