Capítulo 1

Despierto exhausta y lo peor es que no es nada nuevo, no después de una noche luchando conmigo misma. 

Estiro mis pies y piernas, están endurecidas al igual que mi espalda. Lo único que puede hacerme sentir bien es que es viernes, al fin la semana ha acabado. 

Giro mi cabeza y mi visión se enfoca en el reloj, 5:10 am. Me siento a la orilla de la cama. Necesito ir a correr. Al instante me pongo de pie para recorrer mi habitación amplia y solitaria. No hay luz salvo la que entra por la gran ventana. 

Llego en automático hasta el cuarto de baño y enciendo la luz. Tomo de la repisa el jabón y comienzo a asear mi rostro. Tomo el cepillo de dientes y hago lo mismo. Mis ojos están un tanto adormilados y las ojeras adornan mi rostro haciéndome ver horrible. Tomo la pequeña toalla que cuelga a un lado del lavabo y seco mi boca para pasar hacia mi vestidor. Está justo a un lado de mi baño. 

Sin encender la luz tomo mi ropa y me coloco hábilmente un pantalón deportivo y una sudadera holgada, después mis zapatillas deportivas y salgo de la habitación a oscuras. No hay un solo ruido, Olivia no ha llegado. Recojo mi rubio y liso cabello con una goma que llevo en la muñeca. Voy hacia la estantería y tomo un vaso para pasar a llenarlo de agua e hidratar mi cuerpo antes de correr. Tomo las llaves del departamento y las guardo en mi bolsillo delantero. Al salir pincho el botón del ascensor y no tarda nada en llegar. Mis vecinos probablemente estén dormidos a esta hora, dudo mucho que tengan algún problema que les quite el sueño. Es un lugar prestigioso. 

Las puertas al fin se abren y salgo hacia la salida principal. Paso por la caseta de seguridad y comienzo a estirar para comenzar mi rutina. Coloco los auriculares inalámbricos y la voz de SIA retumba en mis oídos. Me encanta.

Giro hacia la derecha y el camino hacia el parque más cercano comienza. Para ser tan temprano hay mucha gente a mi alrededor, pero los habitantes de Manhattan no conocen lo que es descanso. Ni yo. 

Miro a lo lejos el enorme tumulto de árboles y aprieto el trote. Cierro por un momento los ojos y trato de relajarme al sentir el soplar del viento frío chocar con mi rostro. Una noche, solo pido una noche sin sentir la oscuridad, sin sentir esas ganas de echar a correr sin importar la hora, sin sentir como el miedo poco a poco se apodera de mí, un miedo inexplicable.

Giro en la esquina del parque y sigo corriendo. Aprieto el trote mientras la voz de SIA retumba en mis oídos. Relájate Mila… relájate. Y el tiempo pasa, después de trotar casi 20 minutos me detengo frente a mi cafetería favorita. 

Desde que he llegado de Rusia no he querido ir a otro lugar por mi capuchino de vainilla, este lugar tiene un aura tranquila y muy cómoda. El local es bastante grande, tiene mesas por todos lados, pero casi nadie las aprovecha. La vida en la gran manzana es rápida. La gente no se detiene a hablar, ni preguntarte qué tal va tu día. Se limita a pedir un café y correr hacia sus ocupaciones. 

Me deshago de mis audífonos y la campanilla característica me da la bienvenida. Camino segura hasta el mostrador y la chica morena me recibe con una sonrisa.

—Buenos días, ¿Qué desea?

—Capuchino de vainilla sin azúcar por favor— contesto sin más. La chica asiente y teclea varias veces en la pantalla que está justo frente a ella. Le entrego el efectivo, recibo mi cambio y lo guardo en el bolsillo de mi sudadera. 

Me coloco a unos pasos de la caja para esperar mi capuchino cuando escucho a un par de hombres parlotear. Sus roncas voces se escuchan por todo el local que está casi vacío. 

—Anímate Alex —y siguen hablando pero les pierdo el hilo y me coloco los audífonos de nuevo. Siento un leve calambre así que decido tomar asiento en una de las mesas cercanas. La vista hacia la calle me revela que el movimiento ha comenzado, temprano, muy temprano. 

Una sombra se planta frente a mí e identifico a la chica de hace unos minutos. Entrega mi pedido, silencio la música que retumba en mis oídos. 

—Gracias —digo, ella solo sonríe y se retira. ¿De verdad le hace tan feliz trabajar aquí?, ¿O será solo por el servicio al cliente?, la miro caminar directo hacia la mesa de los únicos clientes a esta hora. 

—¿Necesitan algo más? —pregunta con voz chillona.

—No, muchas gracias —contesta uno de ellos. Mi mirada se desvía y puedo ver sus insignias del departamento de Bomberos. Vaya… Me pongo de pie y camino fuera del local. Ahora las voces de los bomberos suenan más fuertes.

—Eres un jodido miedoso… —la puerta se cierra y la conversación se pierde. 

Camino a pasos rápidos hacia mi apartamento que se encuentra no muy lejos de ahí. Tomo sorbos del capuchino caliente y su sabor me hace disfrutar un poco el camino. Tengo que entregar un ensayo en mi clase de teoría… m****a debo imprimirlo.

Las aceras comienzan a llenarse de más gente. Giro en la esquina y puedo ver la puerta de mi edificio a lo lejos. 

El hombre de seguridad me da los buenos días y yo le respondo sin mirarlo. Me adentro y llamo el ascensor. Termino mi café en dos sorbos más y justo en ese instante las puertas se abren dejándome frente a mi departamento. 

Tomo la llave de la puerta y al abrirla huelo el desayuno, Olivia está aquí. Es excelente en su trabajo, cocina muy bien y eso que apenas la he contratado hace 6 meses, desde que estoy aquí para ser exacta.

—Buenos días señorita —saluda la mujer de cabello negro.

—Buenos días —camino directo a mi habitación y me apresuro a prepararme para ir al campus. 

◈◈◈◈◈◈◈◈◈◈

Es cuestión de minutos para salir de mi habitación con mi ensayo impreso. Me encuentro con el desayuno listo sobre la mesa. Jugo de naranja, mi licuado energético y fruta. 

—Si necesita algo más, estoy aquí —dice Olivia antes de retirarse al cuarto de lavado. Tomo el pequeño vaso de jugo de naranja y el par de pastillas. Vitaminas y un tranquilizante. Luego mi móvil y abro las notificaciones esperando encontrar algún mensaje de mamá o papá, pero no hay nada. 

Estos días han sido difíciles para mí, los he extrañado y el sentir que están a kilómetros de distancia me hacen vulnerable por un momento, pero fue mi decisión el alejarme… Mi padre es un hombre reconocido en Rusia, está asociado con empresas petroleras. Mamá se encarga de la academia de ballet que junto a mi abuela fundó. Y yo… he salido huyendo después del fallecimiento de mi abuela. No he podido soportar su ausencia, no he podido seguir en esa casa con todos esos bonitos recuerdos. Y ahora estoy aquí… en América, estudiando ballet. 

—¿Necesita algo más señorita? —la voz de Olivia me interrumpe. Subo la mirada y niego. La amable mujer se retira, bloqueo el móvil y continúo mi desayuno. Vale más que me vaya pronto. 

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