—Vamos, Anne. Pensé que habías aprendido a confiar en mí—. Ella dijo. —Sé que algo está pasando. Puedo verlo en tu cara. Algo te está molestando—.
Las lágrimas rodaron por mis mejillas. Me senté en la cama y la miré fijamente durante un largo momento.
—¿Se trata de un chico?— Preguntó.
Suspiré.
—chicos.
La recuperaron un poco y luego no pudo evitar sonreír.
—Dulce corazón, la mitad de las chicas de tu edad matarían por un problema como el tuyo.
—Bueno, son bienvenidos a ocupar mi lugar cualquier día—. Lo dije sarcásticamente.
Maggie me sonrió suavemente.
—Dímelo.
Realmente no sab&i