Dayana observaba cómo dormía su pequeño Rui, aún no daba crédito lo rápido que se había pasado el tiempo.
Parecía ayer cuando era una joven intrépida que quería comerse el mundo en un solo bocado, parecía ayer cuando, junto a su mejor amiga, hacían planes para un futuro brillante y grandioso.
Su presente no era tan glorioso como el que ella había vislumbrado en el pasado, su futuro cambió el día en que se dio cuenta del retraso en su periodo, cambió el día en que dos líneas rosas aparecieron en la prueba de embarazo.
Aún recordaba con claridad aquel día, Liliana y ella tenían una semana de haber peleado, no tenía a quién contarle lo que le sucedía, se sentía sola, tenía miedo, pero sabía que si le decía la verdad a su padre, este la apoyaría.
Ella era su vida, ella era su única hija, sabía que no sería fácil, sabía que su padre se sentiría decepcionado de ella, pero ella haría todo lo posible por sacar adelante a ese hijo que llevaba en el vientre.
Dayana cerró los ojos y mordió su lab