Capítulo 10
Me despierto en los brazos de Fabrizio, su “muralla” la almohada que puso, no sería de protección en ese momento en el que me tiene aprisionada contra su cuerpo, después de lo de anoche no me siento cómoda con su compañía, me siento usada. Es muy temprano, y decidida a marcharme, llamo a la agencia de taxi, me cambio con rapidez de ropa y salgo como un descarado ladrón, en el camino me encuentro con una chica de la servidumbre con sus ojos verdes mirándome sorprendida, le doy una sonrisa nerviosa y le pido que me lleve a la salida.

Su sorpresa es evidente cuando le digo que soy amiga de Fabrizio, y que, según ella, nunca había llevado amigas a casa de sus padres.

No, porque las lleva a la suya.

El taxi se estaciona justo a tiempo cuando veo a Fabrizio salir descalzo con el cabello alborotado y agitado gritando mi nombre, lo ignoro por completo. Me subo al taxi, saludo al señor que siempre me envían. Rodolfo, me dijo que es de Nicaragua. Un señor moreno con unos cincuenta años con u
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