Sebastián y yo tuvimos una cena espectacular, luego nos disfrutamos nuevamente en mi diminuto departamento que cada vez con la compañía correcta, no parecía tan malo, ahora el espacio y la poca pintura en alguna de las paredes, ya no era un problema tan grande, ya había pensado en comprar papel tapiz para sellar esa parte y en comprar un par de adornos para mejorar el interior. Sin embargo, me bastaba con los recuerdos que tenía ese lugar, para sentirlo tan mío y olvidar lo sola que en algún momento me llegué a sentir.
–He visto a tu jefe muy emocionado últimamente –comentó Sebastián con una taza de café en la mano-.–Lo está, tiene algo entre mano y confía en que todo le saldrá bien–dije, evitando dar detalles sobre el tema–.–Ya veo. Ese debe ser su boleto hacia la libertad–. –Lo es o al meno