A la Deriva 15

A la Deriva 15

En unos instantes Edgar estuvo de vuelta.

Rápidamente preparó el té y siguió con la historia:

—bien, el señor Sigmund me había llevado a una enorme y espléndida mansión, más que en la que yo vivía.

Había quedado muy impactado.

— Edgar este será tu cuarto desde ahora— dijo abriendo unas enormes puertas de par en par, la habitación era magnífica, mucho mejor de la que tenía.

—bien muchacho, ponte cómodo, ya es muy tarde, debes dormir—

Realmente era tardísimo, pero con todo lo que había sucedido no tenía ni una pisca de sueño…

—quiero saberlo todo—respondí seriamente.

—lo sé, mañana hablaremos con más calma— dijo él anciano con tranquilidad.

—¡qué quiero saberlo todo ahora!— grité con desesperación y en ese momento todos los vidrios de la ventana del cuarto se hicieron añicos.

Inmediatamente el anciano se puso frente a mí para así evitar que los cristales me hicieran daño.

—debes controlar tus emociones Edgar, está bien, te contaré todo—
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