Caín pasó dos días enteros de juerga y desenfreno en antros de toda clase. Ese día, ya estaba completamente borracho y sus amigos lo llevaron de regreso a su casa. Sin embargo, al llegar, se encontraron con Andrían, quien lo estaba esperando en la sala de estar.
Caín creía que era una ilusión causada por el efecto del alcohol y murmuró:
—¿Abuelo? No eres mi abuelo. Mi abuelo no estaría aquí.
Al escuchar esas palabras, el rostro de Andrían se tornó sombrío inmediatamente.
Los amigos de Caín todavía conservaban su juicio y lo saludaron en voz baja:
—Se…señor… Hemos traído a Caín a casa… Así que, nos vamos ahora…
Tan pronto como terminaron de hablar, se alejaron rápidamente, dejando a Caín solo en la sala. Debido a su embriaguez, Caín todavía estaba confundido y no podía mantenerse en pie. Al perder el apoyo de repente, cayó al suelo.
Al ver la escena, los sirvientes querían acercarse a levantarlo. Sin embargo, no se atrevían a moverse porque Andrían todavía estaba presente.
Caín sintió