Por la tarde, la abuela llegó a la casa buscando la mediación de Rosalía.
Rosalía ordenó al mayordomo que le sirviera café a la abuela.
—Hermana mayor, esta vez estoy realmente desesperada, por favor, necesito tu ayuda—dijo la abuela con lágrimas en los ojos.
Rosalía la miró y sintió pena por ella.
La abuela se había casado con Andrés y ha estado ocupándose principalmente de las tareas domésticas y la crianza de los hijos, sin involucrarse en los asuntos de la empresa.
No tenía idea de las intrigas que se tejían en la empresa.
A veces, obedecía las órdenes de Andrés para mantenerse alejada de ciertas personas.
Sin embargo, Rosalía no la culpaba por eso.
A menudo, muchas circunstancias eran más allá del control de uno.
La abuela solía tratarla con respeto y Rosalía sabía que la abuela no recurriría a ella a menos que se sintiera realmente sin salida.
Rosalía suspiró suavemente. —Deja de llorar primero, explícame la situación y luego veré si puedo ayudarte.
La abuela no pudo calmarse y s