Claus pudo ver que Estrella no tenía interés. Esta niña era tan atrevida que podía hacer de todo, ¿cómo iba a estar dispuesta a que otra persona le enseñara modales?
Maniobró su silla de ruedas y se acercó al sofá.
—Tía, usted está muy ocupada, ¿Cómo voy a molestarla con cosas como esta? Yo lo haré, traeré un profesor para enseñarle etiqueta a Estrella.
En ese momento, la anciana empezó a hablar.
—A mí me parece bien que Estrella tenga una personalidad tan honesta y directa, nuestra familia no tiene ningún inconveniente con esto.
Estrella miró a la anciana con cierta sorpresa ante sus palabras pues no esperaba que la anciana fuera a hablar a su favor. Le estaba tomando cariño en el fondo de su corazón.
Unas cuantas personas se sentaron en el sofá a charlar, como Rosalía era una señora mayor, se encontraba un poco indispuesta cuando llegó la noche, aún no eran las diez pero ella ya se sentía cansada.
Bostezó y dijo con un suspiro:
—Ya soy vieja, no tengo tanta energía como ustedes los