Pasaron varias horas y Estrella llegó sin contratiempo alguno a Río Encantado.
Recién aterrizada y después de reservar un hotel, Estrella se puso en contacto con Claus.
Descansaba Estrella en la suave cama del hotel, apoyando la barbilla en las manos, esperando a que se estableciera inmediatamente la videollamada.
Claus, en su estudio en casa, probablemente aún ocupado con documentos.
Ambos se miraban amorosamente a través de la pantalla, sintiéndose muy cercanos, pero al mismo tiempo lejanos.
Un momento de silencio compartido.
Claus, mirando a Estrella, esos ojos siempre fríos de repente se volvieron suaves.
—No has estado fuera mucho tiempo, y ya estoy deseando verte. ¿Qué se supone que debo hacer durante tanto tiempo? —dijo Claus.
Por una vez, Estrella no replicó con su acostumbrada rudeza, sino que respondió con gran suavidad: —Yo también, te echo mucho de menos.
Mientras hablaba, apareció un ligero rubor en su rostro, mostrando una rara timidez.
Este comportamiento proba