Al caer la noche, Claus, acompañado de su grupo, se preparó para la acción.
En el bar, interceptaron al mecánico, Leonardo Guzmán.
Leonardo, completamente ebrio, al ver a Claus y su grupo bloqueando su camino, profirió amenazas desafiantes. —¿Quién se atreve a bloquear mi camino? ¿No saben quién soy?
Javier, a su lado, sonrió, deseando que Leonardo abriera los ojos y viera quiénes estaban frente a él.
Si supiera la identidad de Claus, veríamos si podría hablar con tanta arrogancia.
Claus no perdió tiempo en palabras y simplemente indicó: —Llévenselo.
Regresaron a una sala privada con la intención de interrogar a Leonardo.
El gerente del bar ni se atrevió a hacer ruido, consciente de las acciones de Claus. Advirtió a su personal que bajo ninguna circunstancia molestaran.
Leonardo fue llevado por algunos secuaces, incapaz de resistirse, y el alcohol empezó a despejar su mente.
Claus se sentó en el sofá mientras Leonardo era obligado a arrodillarse en el suelo. —Te pregunto, hace