Siento su mano cubriendo la mía. La besa una y otra vez. Le escucho sollozar. Y abro los ojos. Lo veo recostado con la frente pegada en la cama de hospital. A mi alrededor todo es penumbra.
—No —su rostro se alza de inmediato—. No llores.
—Jenna —besa mi mano y luego mis labios varias veces, alzo las manos hasta su rostro para sostenerlo y limpiar sus lágrimas.
—No llores, estoy aquí —niega despechado.
—Ni siquiera sabía que eras alérgica a la penicilina, pude haber evitado esto, pude haber ido a buscarte y esa mujer nunca te hubiera atacado. Pude evitar esto…—niego acercándolo a mí.
—No es tu culpa, ¿sigues molesto por Imanol?
—Que va —besa mi frente—. No te qui