Massimiliano sigue recostado en mi cama. Le he dado la espalda por una hora y no ha dicho nada en absoluto. De vez en cuando mis ojos se cierran y vuelven a abrirse y todo sigue igual.
Me siento en la orilla de la cama con trabajo y me quedo así, mirando la ventana que hay junto a mí. Ya ha anochecido.
—Jenna —escucho su voz pero no me vuelvo—. No te quería presionar, solo quería saber que pensabas pero… creo que no fue una buena idea.
—Ya… —me limito a decir.
—No tienes por qué ir a vivir conmigo, solo creí que… era diferente —frunzo el ceño y me giro hacía él. ¿Pero qué me está diciendo?
—¿A qué te refieres con eso? —digo de mala gana
—Creí que tú q