01 - La cucaracha de mi jefe.

Trabajar y trabajar. En eso se basa la vida cuando eres Adulto.

¿Quieres una Donna? Debes trabajar.

¿Quieres un salir a la playa o viajar a otro país? Debes trabajar.

¿Quieres un lindo vestido? Debes trabajar.

¿Quieres lograr tus sueños? Debes trabajar duro para tenerlos.

Si no trabajas no tienes dinero. Y si no tienes dinero no puedes hacer las cosas que te gustan. Es frustrante, lo sé.

Desde que tengo 19 años trabajo. He tenido muchos. Secretaria, niñera, repostera, panadera de todo un poco. Me gradué de Chef porque me gusta mucho cocinar y amo todo lo que tenga que ver con la comida, así como los médicos aman salvar vidas.

Estuve trabajando en un restaurante por mucho tiempo, yo era la chef pero me despidieron por culpa de una compañera. Así que me tocó buscar empleo en otro sitio y me aceptaron. Pero no como Chef sino como ayudante de cocina. Qué más da por lo menos estaré haciendo lo que me gusta. Aunque en realidad lo que más me gustaría es tener mi propio restaurante en donde todos disfruten de mis recetas.

Para eso me estoy esforzando trabajando durante el día y la noche.

Me levanté de la cama y entro a la ducha. Luego de salir comenzó a vestirme. Mis vaqueros y mi camisa de trabajo, un poco de maquillaje al natural y listo.

Al salir del apartamento voy al estacionamiento y subo a mi Scooter negra, me coloco mi casco, para después comenzar andar por las calles de Boston. Como es de costumbre a esta hora con un tráfico horrible y si es día de semana mucho más. Al llegar entré al estacionamiento, me quito el casco lo guardo. Se pueden ver los autos de mis compañeros de trabajo. Agarré mi bolsito de lado y entro por la parte trasera del restaurante.

Aquí todo es hermoso y lujoso. Trabajo en uno de los restaurantes más conocidos y elegantes de todo Boston a donde vienen muchas personas importantes y hasta celebridades.

Al llegar a los casilleros guardo mis cosas, me coloco el delantal, sujeto mi cabello y luego me adentro en la gigante cocina.

Aquí hay de todo para trabajar a gusto y también es muy grande porque somos muchas personas las que laboramos en este sitio. La verdad la cantidad que se necesita.

—Hola, Alma —saludo a una de mis compañeras mientras me lavo las manos.

—Hola, Barbra —saluda ella quién viene con una cesta llena de Pimentones y cebollas.

Mientras seco mis manos siento que alguien se detiene detrás de mi. Al percibir su olor se de quien se trata.

—Estas despedida —escucho su voz detrás de mí.

Me giro y la observo —Que risa, Naomi —espeto con seriedad.

—¿Cómo amaneciste? —inquiere acomodando su delantal.

—Muy bien ¿Tú? —inquiero secando mis manos con un pequeño paño.

—Lo mismo.

En ese momento ingreso el Chef.

Es un hombre alto y flaco de cabello negro, ojos verdes. Rupert es uno de los Chef más conocidos de Francia, Italia y USA.

—¡Bueno, bueno! —exclama él dando palmadas en forma de motivación —. ¡A trabajar, señores!

Y entonces comenzó el ajetreó en la cocina. Caminando de aquí para allá, haciendo diferentes tipos de comida. En mi trabajo también incluye lavar platos y seguir las órdenes del Chef. Él trabajo de cocina no es fácil, siempre te vas a quemar con agua caliente o aceite y también cortarte eso pasa muy a menudo.

Después de tanto trabajo, llaga la hora del almuerzo y eso quiere decir que nos toca por lo menos unos minutos de descanso.

—Vamos, tengo un hambre que me está matando —espeta Naomi lavando sus manos.

Seco mis manos y la observé —Claro yo igual —agarro mi vianda.

Solo espero a que ella termine y después nos vamos hasta el comedor. Es un salón grande de paredes blancas y mesas largas de hierro, hay aire acondicionado, y hasta una tv gigante —eso es para cuando el jefe o el encargado quieren informar algo sobre algún cambio en nuestras áreas de trabajo—, entre otras cosas.

Allí nos está esperando Ricardo y Scarlett. Ellos son meseros, así que solo nos vemos a la hora de entrada, en el almuerzo y al salir. Tomemos asiento frente a ellos he iniciamos nuestra comida.

—¿Hamburguesa, Barbra? —inquiere Ricardo.

Lo miro y asiento—Hoy rompo mi dieta —sonrío.

—¿Estás haciendo la de la toronja? —inquiere Scarlett.

Asentí —Si —miento.

La verdad es que las dejé hace unas semanas.

—Me comentaron que hoy viene tu persona favorita, Barbra —comenta Ric con una leve sonrisa en sus labios.

Le voy a pegar el primer mordisco a mi deliciosa Hamburguesa, pero me detengo al quedarme con la boca entreabierta y lo observo —¿Él jefe?

Él afirma y mete unas papitas fritas en su boca.

—Que fastidio... —comento haciendo mala cara y le pego un mordisco a mi hamburguesa.

—Si, sabemos que tú y él no se llevaron bien la primera vez —recuerda Naomi.

Aún recuerdo el café caliente que le eche encima sin querer.

—Ni la segunda —musita Scarlett con diversión y se lleva a la boca un pedazo de queso mozarela.

—Pero es tú jefe, ¿qué se va hacer? —comenta Ricardo.

—Lo sé...—respondo.

—¿A qué viene? —interroga Scarlett.

—Lo de Siempre. Viene a ver cómo va todo por acá.

—¿No confía en Jon? —Scarlett lo mira con las cejas elevadas y toma un poco de su lata de Coca-Cola.

—Por supuesto que confía en su encargado, Scarlett —refiere Naomi —. Si no lo hiciera, Jon no estuviera y solo estaría él.

—Cierto...—añado —. Además, los dueños de compañías deben cuidar y estar al pendiente de sus bienes.

—Bueno como sea, él viene hoy así que deben comportarse todos —comenta Ricardo.

Suelto una risita leve —Díselo a Esmé —miro disimuladamente hasta la pelirroja, que está muy concentrada en su almuerzo mientras habla con su novio que también trabaja con nosotros.

—¿Se imaginan que él jefe nos llegué de sorpresa así sin avisar y los consiga en la despensa? —susurra Scarlett en forma de secreto solo para nosotros.

Naomi lanza una carcajada baja cerrando los ojos.

—Lo que va escuchar es algo como: ¡Oh, si! ¡Ah! —simula Ricardo, imitando especie de gemidos de mujer.

Casi y escupo el pedazo de hamburguesa l escuchar su comentario.

—Nosotras no gemimos así —se defiende Naomi.

—Pero las actrices porno lo hacen —espeta él en un tono inocente.

—Porque son actrices porno, les pagan por fingir orgasmos —ella continua su comida.

—¿Estas queriendo decir que ustedes también lo hacen, pero gratis? —Ric la mira con los ojos entrecerrados.

Desliza una sonrisa divertida —Nunca lo sabrás... —contesta ella para después guiñarle un ojo.

—En realidad algunas sí, pero eso depende del hombre con el que estés teniendo sexo —comenta Scarlett mirando su teléfono.

Los miro a todos —¿Cómo es que llegaron a este tema? —frunzo el ceño.

—¿Él tamaño? —inquiere Ric.

Scarlett elevó la mirada —Pude ser... o lo que duré —se encoge de hombros.

—Quiero uno de esos —espeta Naomi —. Durante los años que tengo de vida, solo uno si supo como follarme bien.

Me fue imposible no lanzar una carcajada.

—¿Uno con pene de caballo? —interroga Ricardo —. Eres golosa, amiga.

Los tres comenzamos a reí con fuerza y yo casi que me ahogo nuevamente.

—Ya cállate, Ricardo —comenta Naomi entré risas.

—En fin, si los consiguen posiblemente los despide de una —musita Scarlett entré risas mientras tapa su boca.

—Despedidos por ser descubiertos teniendo sexo en la despensa de comida —agrega Naomi.

—Es mejor eso a que te despidan luego de un corte un dedo o te quemes las manos —digo con una sonrisa.

Ricardo sonríe divertido —Quien te viera, Barbra —comenta haciendo un movimiento con la cabeza.

—El sexo es lo mejor... —suelta Scarlett simulando voz excitada.

Libero una risa —En mis adentro, estoy esperando aún Christian Grey que me azote todas las noches —espeto divertida.

—No eres la única —Scarlett me lanza una mirada pícara —. Que use su látigo —suelta una carcajada fuerte.

—Uno que no te haga el amor, sino que te folle —espeta Naomi riendo.

Y justo en ese momento se acabó la hora del descanso.

—Gracias al cielo —Ric junta las palmas de sus manos y eleva la cabeza mirando al techo —. Señor, estás amistades que tengo me corrompen.

Todos nos levantamos de la mesa para salir del comedor.

—Eres él peor de las tres, Ricardo —asegura Scarlett mirándolo.

Ricardo le decida una mirada de inmediato —¿Quién dice? Soy un ángel delante de las tres, ustedes mujeres son muy perversas.

Nos adentramos en la cocina nuevamente hasta y después cada quien se fue a sus labores. De nuevo al vapor y el calor de la cocina.

Mientras caminó de aquí para allá puedo ver a Esmé con Jack su novio, que también es de esta área. Están conversando muy acaramelados mientras ella le agarra el cuello de la camisa y él la tiene recostada de la pared. Siempre es así, lo hacen por ratos y cuando no hay mucha gente en la cocina. Y algunas veces en secreto hacen o suyo. Lo sabemos gracias a Ric. Ya que un día común y corriente en el que estábamos en la hora del descanso, él entró a la cocina en dirección al congelador por agua, y escucho los gemidos bajos de ambos personajes. ¿Cómo supimos que eran ellos y no otros? Porque fueron los únicos que no se encontraban en ese momento en el comedor y deducimos que eran ellos los que estaban en la despensa.

Pero como no es mi problema, sus vidas y lo que hagan, me da igual.

En ese momento vi que ingreso nuestro querido jefe a la cocina. Luce uno de sus típicos trajes ejecutivos de dos piezas este es de color gris. Travis Masson. Un empresario muy conocido y con dinero, solo eso sé de él, ya que su vida no me importa en lo absoluto.

¿Mi odio hacia él? es simple. Él señor Masson cree que Barbra es su mandadero. Desde que comencé a trabajar, cada vez que viene al restaurante me manda hacer lo que él quiere. Debo llevarle el café o la bebida que deseé tomar al momento, si llega a la hora del almuerzo casi siempre me manda a mi, si quiere comprar algo fuera del restaurante, Barbra debe ir. Me tiene hasta la coronilla. Cada vez que el imbécil viene y quiere una puta cosa, Barbra es la que debe ir o llevar. Novatas siempre nos quieren pisotear, pero esa costumbre se le va acabar.

Se detuve frente a la cocina he introdujo sus manos en los bolsillos de sus pantalones finos y nos examinó a todos con mucha atención. Su expresión es fruncida y su mandíbula está contraída. En ese momento nuestro querido Chef se acercó hasta él y ambos estrecharon sus manos saludándose tranquilamente.

Travis es unos centímetros más alto que yo, está en forma, se puede ver hasta sobre el chaleco ceñido que usa, su tez es blanco, pero está algo bronceado, sus ojos son de un tono azul intenso muy claros. Siempre anda impecable y en sus labios la mayoría de las veces reluce una sonrisa pícara. Otra cosa que debo admitir es que tiene un rostro sumamente atractivo.

Rupert y el señor Masson se adentraron en la oficina, en donde los espera Jon.

Sigo en lo mío. Agarro uno de los tomates que están en la cesta a mi lado y lo coloco sobre la tabla de madera pongo la hoja del cuchillo sobre este, he hago presión sobre el tomate para que después dejar saliera una rodaja y así hice hasta que los pique a todos, para después comenzar con los Pimentones que comienzo a picar en forma de juliana.

Puedo ver que en ese momento Rupert sale de la oficina y se detiene cerca de Naomi.

—Él señor Masson, quiero de almuerzo chuletas de cerdo, con ensalada cesar, salsa y puré de papas —le informa Rupert.

—Claro señor, ya lo hago —avisa Naomi.

Después se acercó hasta mi —¿Qué haces?

¿Estás ciego? Fue lo que me provocó decirle.

—Como verá estoy picando unos Pimentones, estoy tan ocupada —hablo sin dirigirle la mirada y paso mi muñeca por mi frente simulando secar mi sudor inexistente —. Luego debo picar unos... —me interrumpe.

—Ah... que bien. Él jefe quiere su Cappuccino ¿Lo puedes hacer? —comunica.

Me provocó zapatear.

Lo observo por un momento y muerdo mi labio superior tragándome las ganas de no decirle algo de mala manera. ¿Qué acaso no ve él, que estoy ocupada? Pero el jefe habló y hay que obedecer.

—Si, por supuesto —añado un minuto después sonriendo sin ganas.

Él sonríe —Gracias, Evans.

—De nada, señor.

Se retira y yo me voy a lavar las manos. Luego sólo comienzo hacerle el Cappuccino a mi adorado jefe. Cuando estuvo ya listo me fui en dirección a la oficina.

Doy dos toques a la puerta y al escuchar la voz de Jon decir un "Adelante" giro la manilla y me adentro en el lugar en donde percibo de inmediato el aroma del perfume de mis dos jefes.

La oficina es algo grande, con ventanas que contiene persianas y un escritorio grande, también hay una mini sala con sofás de terciopelos color negro y detalles plateados, un mini bar, las paredes son de color beige, la verdad una oficina muy agradable.

Puedo ver a Jon sentado sobre uno de los sofás negros mientras mantiene una conversación a través de su teléfono y él señor Masson se encuentra sentado en el escritorio mientras usa la computadora.

—Buenas, señor. Aquí está su Cappuccino —dejo la tasa sobre el platillo al lado de su computadora.

No dice nada, no agradece. Sólo se mantiene concentrado en la computadora. Ni siquiera levanta la mirada para verme.

Tómalo con calma, Barbra .

No agrego nada más, así que sólo me doy la vuelta y me voy en dirección a la puerta para irme del lugar; pero cuando voy agarrar la manilla de la puerta, escucho que habla. Alejé mi mano he hice un puño mientras lanzó maldiciones entré dientes.

—Señorita, Evans —escucho su voz gruesa.

Me giro tranquilamente y lo miro para después dejar relucir lentamente una sonrisa falsa. Con pasos lentos me acerco y me detengo frente a él.

—Dígame, jefe.

—Le falta azúcar —comunica él, mientras me mira fijamente con sus ojos azules y él rostro fruncido.

Me inclino hacia adelante y agarra la tasa mientras él me observa.

—Ya lo arreglo, Señor —suelto de mala gana casi que volteándole los ojos en su cara.

—Bien —fue lo único que emite y baja la mirada nuevamente hasta su computadora —. Que sea rápido —ordena.

Lo miro con él rostro fruncido —Por favor —pronuncio por él.

Veo como eleva su mirada nuevamente hasta mi con él rostro serio. Entorno los ojos para después girarme y retirarme de la oficina. Al salir me dirijo hasta donde está el envase de azúcar y con pequeñas cucharas le coloco al Cappuccino del susodicho un poco de azúcar, muevo la cuchara en pequeños círculos y después sin tocar la puerta me adentré nuevamente en el lugar.

Al entrar me acerco a su escritorio y dejo la taza sobre la mesa para luego mirarlo al igual que él, quien ya lo hace.

—Espero le guste, señor —sonrío con falsedad.

Él pelinegro agarra la tasa y la lleva hasta sus labios para tomar un trago, mientras me mira fijamente —Mucho mejor.

—Barbra, ¿estarás muy ocupada hoy en la tarde? —inquiriere Jon levantándose del sofá y deteniéndose a mi lado.

Me vuelvo hacia él para mirarlo —Bueno, si debo ir a una reunión con unos amigos —miento.

Jon asiente —Él señor Masson y yo tendremos que viajar hoy —mira su reloj —. Y debe ser temprano, ya que debemos estar mañana aquí en la cuidad. Y me preguntaba, ¿si puedes hacernos un favor?

Trago con suavidad y miro a mi jefe —¿Cómo que necesitan? —observo nuevamente a Jon.

—Necesitamos que por favor te quedes y supervises unos encargos de comida que vienen hacia el restaurante —informa Jon.

Barbra la supervisora, un nuevo trabajo.

Lo miro por un momento —¿A qué hora vienen?

—A eso de las 01h30 AM. Te lo pedimos a ti porque te ves de confianza.

Aww. Imbéciles.

Perfecto, tengo que madrugar aquí. Barbra Evans, el burrito de carga.

—Está bien, a esa hora estaré. Adiós —me giro para irme.

—¿Estás molesta? —cuestiona mi jefe.

Me doy la vuelta para mirarlo —No, para nada. Estoy tan feliz, ¿otra cosa más, señores? —inquiero con seriedad mirándolos a ambos.

—Si —habla nuevamente mi jefe mirándome detenidamente con el rostro fruncido.

—¿Qué?

Pude ver qué recorrió mi cuerpo con su mirada azul.

—Debe usar el pantalón negro del uniforme no un Jeans, Señorita. Recuerde que este es un restaurante prestigioso que todo Boston y otras ciudades de USA conocen. Así que por lo tanto los empleados deben dar el ejemplo tanto dentro de las instalaciones como por fuera.

Miro mi Jeans y lo vuelvo a mirar — Bien —suelto despreocupada.

Girando sobre mis talones y me marcho de la oficina cerrando la puerta detrás de mi.

En ese momento pude ver qué Ricardo se viene acercando.

—Dios mío, Barbra —Ric se detiene a mi lado mientras sonríe y me mira. Él sostiene una cesta de zanahorias —. Se te ve tan feliz, como si te hubieran dado un aumento.

Resoplo —¡Lo odio! —exclamo entré dientes —. Es un idiota, me provoca destriparlo como una cucaracha.

—¿A quién odias? —escucho la voz de mi jefe detrás de mi.

Abro mis ojos y miro a Ricardo, quién ya lo mira —Buenas tardes, señor —y sin decir nada más se retira.

Me giro y lo miro —El calor, es horrible... —trato de sonar convincente —. Nos vemos —me alejo de él casi que corriendo.

—Señorita, Evans —escucho que me llama.

Me detengo y me volteo para mirarlo —Dígame —lo observo.

—Las llaves de la puerta trasera —muestra un manojo de llaves —. El camión vendrá por el estacionamiento.

Me acerco hacia él y abro la palma de mi mano, luego él las deja allí.

—Cualquier cosa acuda a Milo.

Afirmo mirándolo —Claro —me retiro de su vista, muy lejos de él.

Debes aprender a decir no, Barbra. Realmente si estoy ocupada luego del trabajo. Tengo que ensayar mis rutinas, eso es muy pero muy importante, ya que todos los días tengo que hacer presentaciones delante de muchas personas, eso quiere decir que debo hacerlo impecable. Me tendré que partir en dos.

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