V

Fueron a almorzar, y a la tarde a una oficina alejada del centro porteño, llegando casi a Retiro, a visitar al parapsicólogo.

La cita era a las 14:00, pero llegaron a las 13:50. La oficina era como cualquier oficina, a simple vista no tenía nada metafísico. Había un escritorio con una notebook, dos sillas y una ventana que daba a lo que en otro tiempo se llamó Plaza de los Ingleses, donde todavía se alzaba el Big Ben.

Ernesto Almada era un hombre serio, de gesto duro pero modos corteses. Leonardo y Viviana tomaron asiento, y Ernesto los estudió con atención. Luego de un largo silencio, les habló.

—Según lo que me ha comentado por teléfono, lo que usted, Leonardo, plantea puede ser cierto, pero en parte. Los viajes a través de agujeros de gusano permiten modificar el tiempo, y que transcurra de una manera distinta a la que conocemos en nuestras dimensiones que, por ci

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