Capítulo 41
Si lo hubiera sabido, ¡nunca habría dejado que sufrieras sola!

Nieves tomó el pañuelo, se secó las lágrimas y dijo entre sollozos: —No sabes lo maravillosa que era mi Sonia. Era un regalo que el cielo me envió. Fue mi culpa, yo perjudiqué a mi hija, yo la arrastré a esto. Mi Sonia, incluso antes de morir, seguía sosteniendo mi mano, ¡seguía preocupándose por mí!

—Ese desgraciado de Francisco sabía perfectamente que Sonia estaba enferma, pero dejó deliberadamente que la enfermedad avanzara. Podría haber intervenido temprano, ¡pero permitió conscientemente que Sonia muriera!

—Alguien así no merece ser el padre de Sonia. ¡Ni siquiera merece ser considerado humano!

Mientras hablaba, los ojos de Nieves desprendían un intenso odio.

Desde pequeña siempre había sido una persona de convicciones claras. Aunque los años con Francisco habían suavizado un poco su carácter, la terquedad en su interior permanecía intacta.

—Entonces no lo dejes escapar —dijo Julio con calma.

—Te ayudaré.

Había regresa
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