Capítulo 100
En cuanto Mónica bajó del auto, medio cuerpo se apoyó en Francisco, como si temiera que alguien no supiera lo íntimos que eran. Francisco la tomó por la cintura y así se dirigieron hacia adentro, cuando de repente vieron a Nieves, que estaba a punto de entrar.

Al encontrarse con esos ojos irónicos de Nieves, Francisco se sintió extrañamente incómodo, e incluso sintió que la mano con la que sostenía a Mónica le picaba.

—Señorita Acosta, por favor no te enojes. Es que nunca he estado en una gala así y le rogué a Francisco que me trajera.

—Estaba tan aburrida en el hospital, solo quería salir a distraerme un poco.

—Yo... no sabía que estarías aquí.

Mientras Mónica hablaba, las lágrimas comenzaron a acumularse en sus ojos.

En el pasado, Nieves seguramente habría armado un escándalo descomunal, pero ahora, simplemente sonrió ligeramente y dijo con suavidad: —La señorita Estrada debe estar cansada de recuperarse en el hospital. Ya que has venido, diviértete cuando entremos.

—Francisco, debes
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