Capítulo 92
Al oír estas palabras, Julio retiró su mano en silencio, sonriendo con ternura mientras la miraba y respondió suavemente: —Está bien, entonces te esperaré.

Esta era la diferencia entre Julio y Francisco: Francisco solo pensaba en sí mismo, sin importarle la vida de los demás, pero Julio elegía respetar y esperar.

Viendo a Julio así, el corazón de Nieves comenzó a agitarse poco a poco. Para obligarse a ser racional, dijo palabras que no sentía realmente: —Julio, vete, yo me encargaré de lo que sigue.

—Sí —Julio no insistió, solo asintió, acarició suavemente la mejilla de Nieves, se levantó y se dirigió hacia afuera.

Mirando la silueta de Julio alejarse, Nieves se abrazó a sí misma en silencio, respiró profundamente y las lágrimas se deslizaron por las comisuras de sus ojos.

A la mañana siguiente, Francisco llegó nuevamente con jacintos, entrando con una amable sonrisa.

—¿Cómo te sientes hoy?

El rostro de Francisco estaba lleno de ternura, como si Nieves fuera realmente la persona más im
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